Dime cuánto te respetas...
| Miércoles 02 julio, 2008
Dime cuánto te respetas…
German Retana
German.retana@incae.edu
El verdadero respeto se gana con respeto. Sobre él se pueden construir grandes obras, relaciones y equipos de trabajo. Sin él, las relaciones son frágiles, efímeras y complicadas. Quien se respeta a sí mismo obtiene el respeto de los demás, incluso en el manejo de situaciones de crisis, en las que este valor es puesto a prueba en toda su dimensión.
Una vez que este principio se rompe, salen a flote muchos males que a lo mejor estaban camuflados: ira, envidias, celos, falsos orgullos, egocentrismos, inseguridades, temores y desconfianza, entre otros. Un miembro de un equipo que se respeta a sí mismo percibe de inmediato cuando el diálogo no es honesto y directo y lo expresa; por eso entre gente así, respetuosa, hay discrepancias, pero no se flaquea en mantener la altura de la conversación.
Una líder espiritual en India, Dadi Janki, dice: “¿Cómo adquirir respeto por mí mismo? Teniendo pensamientos positivos y alentándome a crecer y cambiar para mejorar. Exigir respeto simplemente por mi posición no es más que arrogancia. Por el contrario, si escucho con humildad a los demás y valoro sus consejos, me gano su respeto. Recibo exactamente lo que doy”. Quien tiene un concepto muy claro de su dignidad no necesita que se la ratifiquen desde afuera, y menos de parte de quienes no poseen los dones de la prudencia y la ecuanimidad.
Las crisis nunca se resuelven con insultos, juicios de valor, intransigencias, fanatismos, ni exoneraciones de culpabilidades propias. Sin sensatez cada cual defiende su verdad sin entender la del otro; sin silencio en los labios no se puede escuchar. Un grito entre dos personas que están físicamente cerca es una manifestación de la distancia emocional a la que se perciben estar.
Los equipos que seriamente deseen alcanzar un alto desempeño, necesitan establecer el respeto como pilar de toda conducta. En ellos, sus miembros se entregan al máximo, sin mentir sobre sus condiciones y con absoluta fidelidad a sus principios y al equipo. Los valores rigen las relaciones y se descartan manipulaciones y juegos ocultos de poder. La tolerancia a la diversidad enriquece la sana fricción de ideas y la alta autoestima de sus actores facilita que los cambios de ruta y de formas de trabajo no se confundan con derrotas para sus egos.
El respeto es un pasaporte al crecimiento, a la renovación necesaria, y a mejores niveles de desempeño. “Aunque toda sociedad está basada en la intolerancia, todo progreso estriba en la tolerancia”; esta reflexión de G. B. Shaw nos reitera que, en los equipos que aspiren a grandes logros, sus jugadores primero deben preguntarse mutuamente: “Dime cuánto respeto te tienes y te diré qué tan lejos podremos llegar”.
German Retana
German.retana@incae.edu
El verdadero respeto se gana con respeto. Sobre él se pueden construir grandes obras, relaciones y equipos de trabajo. Sin él, las relaciones son frágiles, efímeras y complicadas. Quien se respeta a sí mismo obtiene el respeto de los demás, incluso en el manejo de situaciones de crisis, en las que este valor es puesto a prueba en toda su dimensión.
Una vez que este principio se rompe, salen a flote muchos males que a lo mejor estaban camuflados: ira, envidias, celos, falsos orgullos, egocentrismos, inseguridades, temores y desconfianza, entre otros. Un miembro de un equipo que se respeta a sí mismo percibe de inmediato cuando el diálogo no es honesto y directo y lo expresa; por eso entre gente así, respetuosa, hay discrepancias, pero no se flaquea en mantener la altura de la conversación.
Una líder espiritual en India, Dadi Janki, dice: “¿Cómo adquirir respeto por mí mismo? Teniendo pensamientos positivos y alentándome a crecer y cambiar para mejorar. Exigir respeto simplemente por mi posición no es más que arrogancia. Por el contrario, si escucho con humildad a los demás y valoro sus consejos, me gano su respeto. Recibo exactamente lo que doy”. Quien tiene un concepto muy claro de su dignidad no necesita que se la ratifiquen desde afuera, y menos de parte de quienes no poseen los dones de la prudencia y la ecuanimidad.
Las crisis nunca se resuelven con insultos, juicios de valor, intransigencias, fanatismos, ni exoneraciones de culpabilidades propias. Sin sensatez cada cual defiende su verdad sin entender la del otro; sin silencio en los labios no se puede escuchar. Un grito entre dos personas que están físicamente cerca es una manifestación de la distancia emocional a la que se perciben estar.
Los equipos que seriamente deseen alcanzar un alto desempeño, necesitan establecer el respeto como pilar de toda conducta. En ellos, sus miembros se entregan al máximo, sin mentir sobre sus condiciones y con absoluta fidelidad a sus principios y al equipo. Los valores rigen las relaciones y se descartan manipulaciones y juegos ocultos de poder. La tolerancia a la diversidad enriquece la sana fricción de ideas y la alta autoestima de sus actores facilita que los cambios de ruta y de formas de trabajo no se confundan con derrotas para sus egos.
El respeto es un pasaporte al crecimiento, a la renovación necesaria, y a mejores niveles de desempeño. “Aunque toda sociedad está basada en la intolerancia, todo progreso estriba en la tolerancia”; esta reflexión de G. B. Shaw nos reitera que, en los equipos que aspiren a grandes logros, sus jugadores primero deben preguntarse mutuamente: “Dime cuánto respeto te tienes y te diré qué tan lejos podremos llegar”.