“Días aciagos”
| Jueves 30 abril, 2015
Hay varios temas de preocupación en la economía nacional (México). Tienen su origen afuera y adentro. No todo, como se ha afirmado, proviene del exterior.
Los diversos indicadores alertan: hay crecimiento débil que se ajusta, y se ajustará, a la baja; hay un mercado de la informalidad muy grande, hay presiones cambiarias. Ha habido un recorte al presupuesto que no garantiza que sea definitivo.
Los factores de afuera que nos han embestido no son pocos ni menores: la baja en los precios del petróleo ha hecho que el flujo de inversiones que se esperaba por la ronda uno se detenga. Los ingresos del gobierno caen. Pese a la baja drástica de los precios, la gasolina, en un 40% importada, no baja. El diferencial del precio entre la gasolina mexicana y la de Estados Unidos es de casi cuatro pesos por litro. ¿Por qué no ha bajado aquí? Porque es la forma como el gobierno está recibiendo recursos extras: un impuesto disfrazado.
Por otra parte, el anuncio de la Reserva Federal de que aumentará las tasas de interés, enciende el poderoso imán de atracción de capitales de regreso a Estados Unidos. Muchos se habían refugiado aquí. Volarán. El monto no es menor: solo en bonos gubernamentales, hay más de $150 mil millones invertidos. Falta lo invertido en bolsa. Un volumen, en suma, muy superior al monto total de las reservas.
La crisis europea fortalece también al dólar, debilitando al peso mexicano.
Pero hay factores internos. Hay desconfianza, violencia y certeza de corrupción. La certidumbre de que México es un país donde la ley no se respeta, o se negocia, o se tuerce, impacta las expectativas de inversión. La credibilidad es un factor clave en la dinámica económica de un mundo global.
La corrupción afecta a la buena implementación de las reformas y encarece los costos de transacción en todo el país.
Hay un gasto excesivo que es un foco de alarma que no debemos perder de vista. Solo en enero, el déficit público se disparó a más de 92 mil millones de pesos. Esa cifra se debe contextualizar en el marco de que ya el gobierno federal había roto los límites del sobregasto en los dos primeros años, sin que esto tuviera ningún efecto positivo en el crecimiento económico.
Por lo mismo, la deuda se sigue acumulando a un ritmo acelerado. Las cifras alertan: en dos años, el gobierno se endeudó en 1.6 billones de pesos. Roza ya en un 42% del PIB. Existe el compromiso de reducirla a partir del último tramo del sexenio, pero el problema es si la economía aguantará el estire de la liga o esta simplemente reventará.
El resultado inmediato de la suma de factores adversos es la depreciación del peso. En días aciagos, el dólar se ha cotizado hasta en 16 pesos. El Banco Central ha debido salir a subastar para reducir la presión. La devaluación de prácticamente el 20% beneficia al sector exportador, pero lesiona a la economía familiar.
Con todo, comparado con lo que vendrá cuando se formalice el anuncio de la FED de que se incrementarán las tasas, lo que hemos visto no es nada. Absolutamente nada.
Fernando Vásquez Rigada