Desafíos modernos en perspectiva antigua
Ennio Rodríguez ennio.rodriguez@gmail.com | Martes 17 enero, 2017
Ahora que se inicia una nueva oferta programática de precandidatos y candidatos esperamos que se aborde el desafío de reconstituir el contrato social en democracia y libertad
Desafíos modernos en perspectiva antigua
El mercado es ante todo un mecanismo de coordinación de las decisiones económicas de bajo costo y eficiente. El mecanismo de los precios transmite información a agentes descentralizados que se terminan coordinando por el mercado. La competencia ha desencadenado procesos de innovación capaces de aumentar la producción a tasas sin precedentes en la historia de la humanidad. Ahora bien, el mercado no resuelve todos los problemas de convivencia e, incluso, genera otros que pueden requerir atención. Para atender los problemas de la vida en sociedad, se firma una especie de contrato social, el cual debe asentarse en una discusión racional sobre el bien común y esta ser la base del proceso democrático y de organización política. Su resultado en materia económica es determinar qué mercados deben ser regulados y bajo qué modalidades por razones principalmente de eficiencia; pero también desafíos éticos como la distribución del producto, y el apoyo a los grupos más vulnerables; así como el apoyo efectivo a la innovación, a las concertaciones de la competitividad en torno a las cadenas de valor, o la promoción de inversiones y exportaciones, entre otras razones de intervención.
Cuando las dinámicas económicas y políticas dejan de introducir en la ecuación del bien común los intereses y frustraciones de grupos sociales importantes, estos terminan expresándose políticamente. Estas expresiones pueden venir aparejadas de populismos con tendencias antidemocráticas. Por populismo entendemos una manipulación emocional de quienes sufren un problema real (por ejemplo, el desempleo) con una explicación solo parcialmente cierta (o del todo falsa). En Estados Unidos, se les hizo creer que la pérdida de empleos en manufacturas era resultado de los TLC, y una solución falsa: renegociar los TLC. Resulta que más del 80% de la pérdida de empleos en ese país fue fruto de la automatización. El resto se explica por el comercio internacional, pero especialmente con China, con la que EE.UU. no tiene firmado un TLC. Estos populismos pueden ser de izquierda (el culpable es el imperialismo) o de derecha (el culpable son los migrantes y los TLC), pero ambos comparten una estrategia de subvertir los cimientos democráticos desde el poder, al que se puede llegar por las urnas, manipulando las emociones de los descontentos.
Para quienes creemos que la mejor forma de definir el bien común es mediante la democracia y creemos que la libertad es un derecho inalienable, debemos cuidar, tanto por imperativo ético del valor de solidaridad, como por eficacia de la democracia, que el contrato social no margine en el proceso democrático de su construcción a grupos de la sociedad.
En un mundo en profunda transformación tecnológica, en general, no está fallando lo económico. Está fallando lo político. Los ganadores y perdedores de procesos complejos no están entrando de manera equilibrada en la ecuación de redefiniciones del bien común y las democracias están siendo amenazadas por tendencias autoritarias, incluso en las economías más maduras.
En Costa Rica, tenemos un buen diagnóstico de quiénes son los perdedores desde la perspectiva del empleo: son los jóvenes (de 18 a 35 años uno de cada cinco está desempleado), las mujeres (están abandonando la fuerza laboral) y los vecinos de zonas rurales fuera del Valle Central (los profesionales que se quedan en las zonas rurales, frecuentemente tienen que conformarse con trabajos que no requieren su nivel de calificación —subempleo—). Por su parte, la creciente inseguridad afecta, sobre todo, a los habitantes de los asentamientos en precario consolidados alrededor de las principales ciudades y, dentro de estos, sufren especialmente los jóvenes, quienes se encuentran en una situación de grave riesgo social. El narcomenudeo y las ya no tan incipientes pandillas operan desde estas localidades. Otros grupos sociales pueden no sentirse representados, la comunidad LGTBI, los discapacitados, adultos mayores, aquellos preocupados por el bienestar animal y el cambio climático, entre otros.
Ahora que se inicia una nueva oferta programática de precandidatos y candidatos esperamos que se aborde el desafío de reconstituir el contrato social en democracia y libertad, de tal manera que lo político sea capaz de responder a las tareas inconclusas de lo económico, sin destruir las bases de la economía, que, en este país, a pesar de sus debilidades evidentes, no están tan mal equipadas para acometer las tareas del milenio, pero sí deben apuntalarse para contribuir a atender el bien común redefinido. Nuestro desafío también es político. Nos acercamos a una elección cuyo resultado nos debe conducir a la refundación del contrato social.
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