Del conocimiento a la sabiduría
Redacción La República redaccion@larepublica.net | Viernes 20 mayo, 2011
Del conocimiento a la sabiduría
“¡A uno lo contratan por su inteligencia cognitiva y capacidades, pero lo promueven por su inteligencia emocional!”. Estas palabras de un gerente permiten comprender por qué a algunas personas les va bien y a otras no, en su carrera dentro de una organización.
Lo cognitivo se refiere a conceptos, reglas de la ciencia, habilidades técnicas e información. Son conocimientos que se han aprendido paulatinamente. ¿Conoce usted personas que saben mucho pero que, a pesar de ello, no logran progresar en sus equipos de trabajo o deportivos? La razón es que los conocimientos no bastan.
La sabiduría, en cambio, se refiere a la prudencia de discernir cuánto conocimiento aplicar, cómo, dónde y cuándo, para el bien propio y el ajeno. Aquí surge la inteligencia emocional, la habilidad de decidir las mejores conductas para cultivar relaciones efectivas apoyadas por la inteligencia cognitiva.
Es frecuente encontrar personas que poseen amplia inteligencia cognitiva, pero que no la usan con comprensión ni respeto hacia los otros miembros de su equipo, creando relaciones conflictivas, decepciones frecuentes y falta de credibilidad. Los conocimientos se pueden adquirir, comprar y aprender; pero la sabiduría emocional se basa en valores, propósitos de vida y sentido de misión personal en la organización.
Sin prudencia no se llega lejos y sin relaciones constructivas a ninguna parte. Con los conocimientos se arranca, pero con la inteligencia emocional se avanza.
¿De qué sirve conocer si no se tiene sabiduría? Las entidades deportivas que alcanzan éxitos sostenibles y crecientes están integradas por personas con sentido crítico, con madurez para aceptar que se equivocan, aprender de sus errores y consolidar relaciones productivas basadas en una inteligente gestión de sus emociones.
Si al conocimiento se le agrega buen comportamiento, el premio será el crecimiento. Bien hacen los dirigentes que, en lugar de imponer decisiones o culpar a otros por las faltas, despiertan la imaginación y el pensamiento creativo y conjunto.
Ingresar a una organización depende de cuánto se conoce, pero alcanzar posiciones de liderazgo desde las que se influye positivamente su rumbo, será logrado por quienes sigan el consejo de Albert Einstein: “La sabiduría no es producto de la educación sino de toda una vida por adquirirla”.
German Retana
german.retana@incae.edu
“¡A uno lo contratan por su inteligencia cognitiva y capacidades, pero lo promueven por su inteligencia emocional!”. Estas palabras de un gerente permiten comprender por qué a algunas personas les va bien y a otras no, en su carrera dentro de una organización.
Lo cognitivo se refiere a conceptos, reglas de la ciencia, habilidades técnicas e información. Son conocimientos que se han aprendido paulatinamente. ¿Conoce usted personas que saben mucho pero que, a pesar de ello, no logran progresar en sus equipos de trabajo o deportivos? La razón es que los conocimientos no bastan.
La sabiduría, en cambio, se refiere a la prudencia de discernir cuánto conocimiento aplicar, cómo, dónde y cuándo, para el bien propio y el ajeno. Aquí surge la inteligencia emocional, la habilidad de decidir las mejores conductas para cultivar relaciones efectivas apoyadas por la inteligencia cognitiva.
Es frecuente encontrar personas que poseen amplia inteligencia cognitiva, pero que no la usan con comprensión ni respeto hacia los otros miembros de su equipo, creando relaciones conflictivas, decepciones frecuentes y falta de credibilidad. Los conocimientos se pueden adquirir, comprar y aprender; pero la sabiduría emocional se basa en valores, propósitos de vida y sentido de misión personal en la organización.
Sin prudencia no se llega lejos y sin relaciones constructivas a ninguna parte. Con los conocimientos se arranca, pero con la inteligencia emocional se avanza.
¿De qué sirve conocer si no se tiene sabiduría? Las entidades deportivas que alcanzan éxitos sostenibles y crecientes están integradas por personas con sentido crítico, con madurez para aceptar que se equivocan, aprender de sus errores y consolidar relaciones productivas basadas en una inteligente gestión de sus emociones.
Si al conocimiento se le agrega buen comportamiento, el premio será el crecimiento. Bien hacen los dirigentes que, en lugar de imponer decisiones o culpar a otros por las faltas, despiertan la imaginación y el pensamiento creativo y conjunto.
Ingresar a una organización depende de cuánto se conoce, pero alcanzar posiciones de liderazgo desde las que se influye positivamente su rumbo, será logrado por quienes sigan el consejo de Albert Einstein: “La sabiduría no es producto de la educación sino de toda una vida por adquirirla”.
German Retana
german.retana@incae.edu