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De Homofobia y Desperdicio

Humberto Pacheco humberto.pacheco@pachecocoto.com | Martes 11 junio, 2013


Es hora de que los costarricenses le den más pensamiento a eso de llevar sectas religiosas al Congreso


TROTANDO MUNDOS
 

De Homofobia y Desperdicio

Admitimos que una de las cosas que más retaron nuestro entendimiento fue la de reconocer los derechos de los y las homosexuales. Nacidos en la primera mitad del siglo XX, la influencia cultural se nos hacía pesada, por lo que hubimos de anteponer nuestro respeto por las leyes del hombre, las que dictan el derecho a escoger, a las de la naturaleza que se contraponen a las relaciones de un mismo sexo entre hombres o animales, para superar nuestra displicencia.
No obstante, ese pensar nunca nos hizo actuar con agresividad contra las personas de preferencias sexuales diferentes. Procuramos respetarlas en tanto respetaran nuestra heterosexualidad. Conforme más personas “salían del clóset”, al decir de la época, comprendimos que esta era una fuerza incontenible para la que había que legislar, no castigarla o dejarla en un limbo jurídico.
El diputado homofóbico Justo Orozco, que se dice religioso cual si eso fuera título nobiliario o cargo hereditario, en vez de un modo espiritual de interactuar con los demás, ha pedido que una diputada homosexual sea separada de la Comisión del Congreso que está deliberando sobre derechos de los homosexuales. Aduce que es parte interesada.
Los fanáticos no piensan, por lo que este troglodita que se dice religioso no pensó que, bajo esa tesis, los o las diputadas heterosexuales también estarían impedidos de actuar por la misma razón, particularmente si son fanáticos como Orozco.
A quien se debería excluir del Congreso es a Orozco. Los fanáticos son lo peor de la raza humana y a menudo se escudan bajo una hipócrita religiosidad. No hay que ir muy largo para ver quienes son responsables de los peores genocidios.
Es hora de que los costarricenses le den más pensamiento a eso de llevar sectas religiosas al Congreso.
Un artículo reciente de La República pone en evidencia otra falla más del sistema de seguridad social costarricense, cuyas víctimas vuelven a ser sus usuarios, quienes —seguimos insistiendo— son vistos como números por esa organización. Según el periódico, los médicos que está graduando la UCR salen preparados para ejercer la medicina en la edad de piedra.
Un clavo más en el ataúd de la seguridad social que, como hemos dicho muchas veces, las únicas funciones que debería desempeñar son las de atender a la recaudación de las cuotas patronales y laborales, con una planilla que quepa en un salón pequeño, y la de pagar los mejores hospitales privados para sus contribuyentes bajo tablas actuariales que establezcan las tarifas de los servicios.
Cero inversión en medicinas y equipos, cero inversión en infraestructura, cero inversión en personal, salvo por una minúscula en empleados administrativos, ergo, cero abuso con los recursos de los costarricenses. Quienes se oponen a este sistema, muy exitoso en la República Checa y Eslovakia, anteponen las instituciones a las personas, cual si las primeras fueran elementos de soberanía nacional.
Patronos y trabajadores invierten muchísimo en seguridad social para que los trabajadores reciban un servicio tan defectuoso e ineficiente. Los costarricenses merecen mucho mejor.


Lic. Humberto Pacheco A., M.C.L.

vikocr@racsa.co.cr
 

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