De Oscar y Chavelita
Tomas Nassar tnassar@nassarabogados.com | Jueves 14 mayo, 2009


Vericuetos
De Oscar y Chavelita

Su discurso en la reciente V Cumbre de las Américas en Trinidad y Tobago, “Algo hicimos mal” ha sido traducido al inglés y publicado por varios periódicos, no solo los que siguen con seriedad y visión de equidad el desarrollo político internacional, sino hasta los que le cargan la mano a la democracia.
La presentación de don Oscar debió haber causado un enorme disgusto a muchos de los asistentes a la Cumbre, en especial a aquellos que han encontrado en el antiimperialismo yanqui el leit motiv de su discurso históricamente monotemático, de la patética autojustificación que en esta región ha discurrido ya por cincuenta años en voz y letra de quienes achacan todos nuestros males a Estados Unidos, sus gobiernos y sus empresas. Cincuenta tristes años de un fiasco rotundo de esa revolución latinoamericana profunda que aseguraba sacar de la pobreza a los pobres pobres que siguen siendo igual o más pobres medio siglo después, fracaso del que, por supuesto, siguen culpando a los gringos un día sí y otro también.
Mal de muchos consuelo de tontos. No solo los socialistas “siglo XXI”, los ideólogos de la izquierda carnívora, sino también los más suavecitos, los llamados vegetarianos, siguen encontrando en la arenga antiyanqui la causa de todos sus males, como si la tremenda corrupción y las profundas inequidades no fueran netamente criollas sino importadas, made in en cualquier otro lado donde haya un tonto que cargue las culpas. Antes Europa, la Iglesia, los españoles, ahora los gringos, la globalización, la crisis y por supuesto, la gripe porcina (última celebridad de don Fidel). Discurso fútil, convence-tontos versus una realidad indiscutible. Somos artífices de nuestro propio destino y creadores de nuestros propios males.
Muy bien dicho, Presidente.
Otra, ni mala ni buena. Qué pecadito. Doña Chavela Vargas sigue su periplo global renegando de su origen, lamentando haber nacido en Costa Rica y, por supuesto, hablando pestes de ese país y esa sociedad de la que hace más de setenta años decidió salir para poder vivir como quería vivir y como, todos sabemos, ha vivido su vida loca.
Ya el desprecio de la señora por Costa Rica y su gente es enfermizo. La frustración que aqueja su origen es, por decirlo con candidez y forzada comprensión, patológica.
Ha explicado orbe en mano, que tuvo que salir de San Ramón y del paisito este, porque en semejante aldea no se veía bien hacer lo que ella quería hacer, ni vivir como quería vivir, condiciones que en una metrópoli como la Ciudad de México eran más toleradas o, al menos disimuladas. Ni modo. Francamente a mí en lo personal me parece muy bien que en el caserío que éramos y que ya no somos tanto, los de antes se hayan aferrado tanto a las formas y los buenos modales; y, también en lo personal, no he resentido en lo más mínimo la ausencia de la señora esta, no la he extrañado y, para seguir siendo muy franco, no albergo ningún interés de que venga por aquí, donde dicho sea de paso, tampoco piensa regresar.
Bien por Chavelita y que, algún día, Dios le conceda la gloria de que los mexicanos le regalen el monumento que merece. De mi parte, gracias pero ni una foto.
Mientras haya ticos forjados en la virtud de la disciplina y el esfuerzo personal que ponen nuestro nombre muy en alto, quién piensa en chaveladas.
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