¿Cuánto pesa el entorno?
| Miércoles 24 diciembre, 2008
¿Cuánto pesa el entorno?
Un equipo deportivo puede achacar una derrota en campo ajeno a las condiciones del estadio y al comportamiento de la afición rival, una empresa puede justificar bajos resultados por competir en un ambiente en crisis y una persona puede argumentar que otras tienen la culpa de sus fracasos. ¿Qué tan válidos son esos argumentos?
Cuando esos escenarios o circunstancias se conocen de antemano lo que procede es disminuir la preocupación y aumentar la ocupación en la preparación de la mejor respuesta a tales adversidades. Eleanor Roosevelt decía que nadie puede hacernos sentir mal sin nuestro consentimiento. La visualización o definición de la imagen anticipada de lo que podría ocurrir en un partido, es una valiosa herramienta utilizada en el deporte para incrementar la fortaleza mental de los atletas y reducir los efectos externos sobre su confianza y determinación.
En igual modo, cuando las personas creen en sí mismas, en sus capacidades y anhelos, es muy difícil que el entorno constituya una barrera inexpugnable. Ellas poseen la disciplina de aislar la distracción de todo aquello que atente contra el alcance de sus objetivos. Incluso, no faltarán quienes les atribuyan arrogancia y prepotencia por el hecho de no atenderles en los minutos en que la máxima concentración mental puede hacer la diferencia.
La magnitud de la influencia del entorno depende de la fortaleza de quien se expone a él. Un equipo que sabe lo que quiere, que posee una estrategia muy definida y confiable, y que se ha preparado emocionalmente, no será presa fácil de las presiones de ese entorno; al contrario, al constatar que ese contexto se comporta tal como lo había visualizado previamente, incrementa su seguridad, evita ser influido y despliega su talento sin problemas.
Aunque no sea posible cambiar el entorno, sí es factible controlar la reacción que tenemos ante él, y esa es la virtud de quienes deciden determinar su destino empezando por la forma en que piensan sobre sí mismos. Como advierte un proverbio árabe: “Que nadie le diga lo que tiene que hacer a alguien que ya ha decidido cuál tiene que ser su destino.”
Generalmente, cuando no hay firmeza de carácter en lo que se desea, se obtiene lo que no se desea: “A menudo encontramos nuestro destino por los caminos que tomamos para evitarlo”, dice La Fountaine. Si creemos no merecer algo, posiblemente no lo lograremos; si creemos que las oportunidades son cuestión de suerte dependeremos del azar; si nos justificamos de antemano ante la posibilidad de perder, nuestra mente no estará en su máximo nivel de aspiración para ganar, si le otorgamos poder al entorno, éste lo agradecerá y marcará nuestro destino.
Y usted: ¿Se preocupa o se ocupa?
German Retana
German.retana@incae.edu
Un equipo deportivo puede achacar una derrota en campo ajeno a las condiciones del estadio y al comportamiento de la afición rival, una empresa puede justificar bajos resultados por competir en un ambiente en crisis y una persona puede argumentar que otras tienen la culpa de sus fracasos. ¿Qué tan válidos son esos argumentos?
Cuando esos escenarios o circunstancias se conocen de antemano lo que procede es disminuir la preocupación y aumentar la ocupación en la preparación de la mejor respuesta a tales adversidades. Eleanor Roosevelt decía que nadie puede hacernos sentir mal sin nuestro consentimiento. La visualización o definición de la imagen anticipada de lo que podría ocurrir en un partido, es una valiosa herramienta utilizada en el deporte para incrementar la fortaleza mental de los atletas y reducir los efectos externos sobre su confianza y determinación.
En igual modo, cuando las personas creen en sí mismas, en sus capacidades y anhelos, es muy difícil que el entorno constituya una barrera inexpugnable. Ellas poseen la disciplina de aislar la distracción de todo aquello que atente contra el alcance de sus objetivos. Incluso, no faltarán quienes les atribuyan arrogancia y prepotencia por el hecho de no atenderles en los minutos en que la máxima concentración mental puede hacer la diferencia.
La magnitud de la influencia del entorno depende de la fortaleza de quien se expone a él. Un equipo que sabe lo que quiere, que posee una estrategia muy definida y confiable, y que se ha preparado emocionalmente, no será presa fácil de las presiones de ese entorno; al contrario, al constatar que ese contexto se comporta tal como lo había visualizado previamente, incrementa su seguridad, evita ser influido y despliega su talento sin problemas.
Aunque no sea posible cambiar el entorno, sí es factible controlar la reacción que tenemos ante él, y esa es la virtud de quienes deciden determinar su destino empezando por la forma en que piensan sobre sí mismos. Como advierte un proverbio árabe: “Que nadie le diga lo que tiene que hacer a alguien que ya ha decidido cuál tiene que ser su destino.”
Generalmente, cuando no hay firmeza de carácter en lo que se desea, se obtiene lo que no se desea: “A menudo encontramos nuestro destino por los caminos que tomamos para evitarlo”, dice La Fountaine. Si creemos no merecer algo, posiblemente no lo lograremos; si creemos que las oportunidades son cuestión de suerte dependeremos del azar; si nos justificamos de antemano ante la posibilidad de perder, nuestra mente no estará en su máximo nivel de aspiración para ganar, si le otorgamos poder al entorno, éste lo agradecerá y marcará nuestro destino.
Y usted: ¿Se preocupa o se ocupa?
German Retana
German.retana@incae.edu