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Cuando la adversidad es una ventaja

Arturo Jofré arturojofre@gmail.com | Viernes 23 noviembre, 2007


A inicios de los años 80 constituíamos un buen número los becados de diversas nacionalidades en la Universidad de Pittsburg.

Entre los latinoamericanos la envidia de todos eran los venezolanos, quienes tenían becas muy sustanciosas y podían darse el lujo de “llevarla suave”, ya que pedían jugosas extensiones de becas a su país y se las otorgaban sin restricciones. Era el “efecto petrolero” que ya entonces le daba al país de Bolívar recursos extraordinarios, mostrándose así los primeros síntomas de lo que hasta hoy nos tiene a todos en jaque.

El caso de los ticos era inverso, el país pasaba por serios problemas económicos y el dólar se había disparado, por lo que las becas fueron recortadas. En nuestras tertulias hablábamos de la suerte de Venezuela y de la gran posibilidad de que esos recursos fuesen el punto de partida de su desarrollo. Los amigos venezolanos, siempre buenos compañeros de viaje, eran los más pesimistas, aseguraban que esas riquezas desaparecerían como las nieves que rodeaban la antigua universidad. Y así fue. Y así es.

Cuando esto ocurría, Japón ya comenzaba a ser el centro de estudio en las escuelas de negocios. Un país sin recursos naturales, en un medio adverso, mostraba una fuerza que hacía temer a los más poderosos. Entonces se viene la pregunta: ¿Por qué naciones en condiciones difíciles logran el éxito y otras en condiciones menos duras no pueden salir adelante?

Uno de los más preclaros analistas del auge y colapso de las civilizaciones y sociedades en la historia de la humanidad ha sido el historiador y filósofo inglés Arnold Toynbee, quien llegó a una serie de conclusiones que explican en parte estos fenómenos sociales. La primera conclusión es que la facilidad es enemiga de la civilización. Es decir, el auge de las civilizaciones no se da cuando los entornos ofrecen condiciones de vida extraordinariamente fáciles. ¿Para qué esforzarse? ¿Cuál es el desafío?

Un segundo hallazgo es que las condiciones adversas del entorno constituyen una incitación o estímulo para el logro. Es decir, las condiciones de entornos adversos son el mejor escenario para el desarrollo de las civilizaciones. Los ejemplos en la historia abundan.

El tercer hallazgo es el más interesante: las civilizaciones no pueden surgir y desarrollarse en entornos extraordinariamente difíciles. En palabras de Toynbee diríamos que, si aumentamos la severidad de la incitación o estímulo ad infinitum, es decir, si las condiciones tienden a ser extremadamente adversas, no lograríamos un aumento infinito de la respuesta positiva. Por el contrario, alcanzaremos un punto más allá del cual el aumento de la severidad produce una disminución de los resultados. Un ejemplo extremo es la sociedad de esquimales, que vive en un entorno extraordinariamente severo. Si lo llevamos a lo micro, podemos afirmar que una familia en pobreza extrema es prácticamente imposible que pueda salir adelante por sí misma.

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