Cruz y Johnny Depp, dos piratas con poca química
Redacción La República redaccion@larepublica.net | Lunes 23 mayo, 2011
Cruz y Johnny Depp, dos piratas con poca química
La esperada pareja formada por Penélope Cruz y Johnny Depp en “Pirates of the Caribbean” deja un gusto agridulce.
Pese a las ganas que le ponen ambos, la falta de química es más que evidente en esta cuarta entrega en la que más que faltar, sobran cosas.
Piratas, bucaneros, batallas, barcos y tesoros. Hasta ahí nada nuevo en esta “Pirates of the Caribbean: On Stranger Tides” que hace ya la número cuatro de una saga taquillera y a la que se está exprimiendo el zumo hasta su última gota.
Para justificar la continuación, a la salida de Keira Knightley y Orlando Bloom ha seguido la llegada de Penélope Cruz, Ian McShane, Sam Claflin y Astrid Berges-Frisbey.
El típico tesoro de cofre y joyas ha sido sustituido por la fuente de la eterna juventud. En los enfrentamientos entre piratas han aumentado los contendientes incluyendo un español defensor de la fe, al que da vida Oscar Jaenada. Y hasta han aparecido unas deslumbrantes sirenas que ofrecen el espectáculo visual más destacado de una película bien producida pese a que se barajan cifras de costos considerablemente menores a las de la tercera entrega (“Pirates of the Caribbean: At World’s End”, que contó con un presupuesto de $300 millones).
Pero pese a las brillantes batallas se nota la mano de Rob Marshall, responsable de títulos como “Nine” y “Chicago”—su principal lastre es lo que debería ser su principal valor: la pareja protagonista.
Cruz está bien en su papel de pirata Angélica con historias pasadas con el más temeroso que temible Jack Sparrow.
Y Johnny Depp en su línea irónica en su interpretación del pirata más taquillero del cine.
Pero la pareja no funciona como pareja y eso es algo con lo que es difícil lidiar en una película.
Pese a todo, los amantes de estos piratas desastrosos seguirán encantados con sus andanzas y los detractores tendrán algún elemento más para continuar en el bando contrario, como la repetitiva música de Hans Zimmer, que se copia a sí mismo desde “Gladiator”.
Madrid/ EFE
La esperada pareja formada por Penélope Cruz y Johnny Depp en “Pirates of the Caribbean” deja un gusto agridulce.
Pese a las ganas que le ponen ambos, la falta de química es más que evidente en esta cuarta entrega en la que más que faltar, sobran cosas.
Piratas, bucaneros, batallas, barcos y tesoros. Hasta ahí nada nuevo en esta “Pirates of the Caribbean: On Stranger Tides” que hace ya la número cuatro de una saga taquillera y a la que se está exprimiendo el zumo hasta su última gota.
Para justificar la continuación, a la salida de Keira Knightley y Orlando Bloom ha seguido la llegada de Penélope Cruz, Ian McShane, Sam Claflin y Astrid Berges-Frisbey.
El típico tesoro de cofre y joyas ha sido sustituido por la fuente de la eterna juventud. En los enfrentamientos entre piratas han aumentado los contendientes incluyendo un español defensor de la fe, al que da vida Oscar Jaenada. Y hasta han aparecido unas deslumbrantes sirenas que ofrecen el espectáculo visual más destacado de una película bien producida pese a que se barajan cifras de costos considerablemente menores a las de la tercera entrega (“Pirates of the Caribbean: At World’s End”, que contó con un presupuesto de $300 millones).
Pero pese a las brillantes batallas se nota la mano de Rob Marshall, responsable de títulos como “Nine” y “Chicago”—su principal lastre es lo que debería ser su principal valor: la pareja protagonista.
Cruz está bien en su papel de pirata Angélica con historias pasadas con el más temeroso que temible Jack Sparrow.
Y Johnny Depp en su línea irónica en su interpretación del pirata más taquillero del cine.
Pero la pareja no funciona como pareja y eso es algo con lo que es difícil lidiar en una película.
Pese a todo, los amantes de estos piratas desastrosos seguirán encantados con sus andanzas y los detractores tendrán algún elemento más para continuar en el bando contrario, como la repetitiva música de Hans Zimmer, que se copia a sí mismo desde “Gladiator”.
Madrid/ EFE