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Costa Rica padece indigestión política

Claudio Alpízar redaccion@larepublica.net | Jueves 25 febrero, 2016


 Quien piense que la política no importa, que es irrelevante y poco útil, en igual grado de ignorancia desprecia a la democracia como el mejor de todos los sistemas

Costa Rica padece indigestión política

Cuando padecemos indigestión sentimos que algo nos cayó mal, a lo mejor ese “algo” siempre fue gustoso a nuestro paladar, pero de repente empacha, al punto que las náuseas se asoman acompañadas de dolores abdominales, vómito y diarrea. En esa situación nos preguntamos: ¿Qué me caería mal? Hacemos memoria —un repaso por lo comido— y de inmediato decimos fue esa “porquería”, sí, sí, fue eso, con solo recordarlo me dan náuseas.
Esta es la mejor manera de explicar lo que viene padeciendo nuestra gente con la política, que ingratamente los pseudo-políticos la han limitado a la mentira, la ineficacia, la corrupción, la ineptitud y otras tantas cosas nauseabundas; cuando como disciplina y actividad tiene un “menú” mucho más sabroso y sustancioso.
No hace mucho tiempo nos encantaba la política y la consumíamos, era una “proteína” que considerábamos indispensable para el sistema democrático. Fuimos “gourmets” de la política, catadores de las mejores prácticas y resultados. ¿Qué paso? Nos indigestamos.
¿Podría morir una democracia tan sólida? Claro. ¿Cuándo? Si llega a pasar de indigestión a inanición, una extrema debilidad física por falta de nutrientes. Los nutrientes de una democracia se dan por la acción política y el reconocimiento de los resultados que esta produce en la mejora de la vida en sociedad, cuando no los hay se debilita la salud del sistema.
La buena Política, la política con “P” mayúscula, está urgida de victorias rápidas que renueven la credibilidad y la confianza del ciudadano. Quien piense que la política no importa, que es irrelevante y poco útil, en igual grado de ignorancia desprecia a la democracia como el mejor de todos los sistemas. No pueden sobrevivir una sin la otra, son consustanciales y dependientes, pero el constante consumo de mala política y políticos mediocres tiene indigestada a la sociedad, que ahora se niega a consumir la “proteína” que tanto degustaba, ahora no solo siente náuseas sino que padece vómito y diarrea.
Los que hemos tenido la suerte de enamorarnos sabemos que el amor puede debilitarse por la indigestión que provoca la falta de compromiso y acción, que mucha palabrería sin acción termina provocando náuseas. Un amor indigesto luego puede morir por inanición.
Amor con hambre no dura, así como democracia con pobreza se termina. Nuestra “clase” política tiene indigestada a la ciudadanía por su falta de tacto, de pericia, de saber lo que realmente es importante. En algunos sectores la democracia ha empezado a padecer desprecio y debilitamiento por la falta de los nutrientes que produce la buena política.
En el momento que el político se acostumbre a tratar al ciudadano con menosprecio, y este lo permite, es momento clave de la separación de unos y otros. El buen político debe tener clara la necesidad de mantener al ciudadano deseoso de su presencia, de lo contrario puede ser demasiado tarde para la democracia.
Nuestra democracia está indigestada y por tanto estancada, a punto de inanición, lo cual preocupa, pues bien afirmó Theodore Roosevelt que “una gran democracia debe progresar o pronto dejará de ser grande o democracia”.
¡Atentos entonces! ¡Bienvenidos los buenos políticos! Es urgente despertar de nuevo el apetito costarricense por la política.


Claudio Alpízar Otoya
Politólogo

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