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Comunicación Zoofónica

Abel Pacheco apacheco@larepublica.net | Lunes 17 octubre, 2011



PARLATICA
Comunicación Zoofónica

He vivido en varios países y el fenómeno siempre y en todos los idiomas se presenta, pero no con la frecuencia con la que aparece entre nosotros, ni con el intenso e hilarante efecto que produce.
Me refiero a la utilización de voces de animales en nuestro lenguaje cotidiano.
Habrá usted notado, aunque la costumbre se ha ido perdiendo, que si aparece un prójimo cuyos pantalones le quedan cortos y se le ven las medias, surge un coral “pío-pío” entre los presentes, haciendo alusión a “andás pica pollos”, o bien “te van a picar los pollos”, como llamamos en parlatica a este poco elegante hecho.
Y si alguien comienza a alabar más de la cuenta a otro, pareciendo adulador, nace en el grupo un croar de batracios para decirle “sapo” a quien así procede y tildarlo de sobalevas.
Pero si alguien lanza frases de apariencia inofensiva, pero de contenido en realidad hostil, venenoso, ofídico, se escucha en el acto el “ssssss” de las serpientes surcar los aires.
Una yeguada o bárbara tontería lanzada al aire, es recibida por relinchos y mugidos de la concurrencia. Pero si se trata de una estupidez cometida por un jugador en la cancha, las graderías se estremecen con un poco sinfónico ulular y roncar de monos congos tildando de simio al desventurado deportista.
Cuando un cantante deja escapar un “gallo” inesperado, no se hace nunca esperar un quiquiriquí colectivo y agudo.
Si un abusivo personaje trata de brincarse el orden en una fila, o en un festín colma su plato de viandas de forma exagerada, se escucha un acompasado “ño-ño-ño” porcino en el ambiente.
Alguna vez oí en una cantina surgir relinchos entre la clientela cuando se servían bocas de salchichón. Otras veces los gallos de carne eran recibidos con ladridos perrunos y maullares felinos para turbación, no siempre inocente, del cantinero.
Bueno, en lo personal he descubierto un recurso de esta índole, muy efectivo, y que pongo a disposición de mis apreciados lectores masculinos:
Mi esposa es dechado de virtudes y muy considerada en sus gastos pero, mujer al fin, a veces vamos de compras, se entusiasma, y me carga de paquetes.
Alegar cansancio o aportar razonamientos de tipo económico eduardolizánico ahorrativo no me da resultados pero, si emito primero un rebuzno discreto para comunicar que se me está cargando como a un burro, y si los sucesivos rebuznos son cada vez más largos y sonoros, se detienen las compras como por milagro y abandonamos el “mol” rápidamente.
Ahí les dejo el secreto y no me culpen si después sufren, como yo he sufrido, los rigores de una seriedad pasajera, o entrompamiento resentidón.

Abel Pacheco

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