Cloacas abiertas y alcantarillas sin tapas
Gaetano Pandolfo [email protected] | Lunes 06 julio, 2020

¡Sargento, no puedo respirar!
La rodilla del policía blanco, estrangulaba la garganta del ciudadano negro y lo mató.
Querida Costa Rica
¡No puedo respirar!
Me asfixian las vulgaridades en las redes sociales, el vocabulario de cloaca que pretende desacreditar principios, personas y valores. Anónima asquerosidad.
Mi profesión se destrozó en mil pedazos; la tecnología la liquidó; me falta el aire al ingresar a salas de redacciones que lucen desoladas, sin luz, gente ni alma.
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Se acabó la tertulia, el café de la tarde, la lucha y pasión por la primicia, sin que te la marque el horario.
La liberación femenina destrozó los matrimonios; claro que la mujer debe tener iguales derechos, oportunidades y libertades que el hombre, pero - y lo escribo con todo respeto- , cuando algunas decidieron acostarse con el primero que las invitó a un coctel, gestaron los matrimonios desechables.
Al hombre, machista, débil, pusilánime y vagabundo, le ofrecieron la oportunidad de ir al dormitorio sin presión alguna y así, huyó cobardemente de los compromisos propios a la hora de formar una familia.
¡No puedo respirar!
Me falta el aire, cuando observo como la gente honorable es desplazada por el corrupto.
Cómo se le abren las puertas al acomodado, al vividor, al hombre sin valores y sin principios y se les cierran a los que los poseen.
¡No puedo respirar!
Las alcantarillas están sin tapas; se pagan silencios cómplices, premiando a quienes tuvieron que renunciar por incapaces.
Se despilfarran millones de millones de colones, en asesorías fantasmas, fiestas de pago a proveedores, remodelaciones innecesarias, mientras se clausuran programas de proyección social que salvan vidas y transmiten valores.
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La frondosa burocracia te aplasta; se crearon gerencias y subgerencias innecesarias, el Poder Judicial se dividió en múltiples tribunales de pomposos nombres y desconocidas funciones.
Decenas de instituciones repletas de jefaturas innecesarias y políticos sin formación que desplazan a ciudadanos muy valiosos, cuyo pecado es llevar un apellido, satanizado por zurdillos de chancleta y cafetín.
El fútbol es fiel reflejo de esta mediocridad: dirigentes fanáticos; salarios inflados; jugadores de bajo nivel millonarios; futbol de quinto mundo, donde reinó un Saprissa con diez jugadores de 29 años para arriba y dos líderes de 36 primaveras.
¡Qué diría don Ricardo!
Yo, al menos, no puedo respirar.
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