Chunches
Abel Pacheco apacheco@larepublica.net | Lunes 16 mayo, 2011
Somos vagabundos para alimentar con el mataburros nuestro cerebro
Parlatica
Chunches
Gran capacidad hemos tenido en Centroamérica para adoptar y utilizar palabras de los más variados orígenes idiomáticos.
Entre ellas destaca el vocablo “chunche”, uno de los más útiles y versátiles que tenemos.
¿Se le olvidó el nombre de algún objeto?, no importa, con solo decir “páseme ese chunche”, se lo alcanzan.
O bien dígale al muchacho de la ferretería “quiero un chunche para hacer tal cosa”, y se lo muestran.
Chunche es un lápiz, un alicate, un automóvil, un avión, un pichel, ¡cualquier cosa! Hasta hay un gran futbolista así llamado...
Eso es en el istmo, porque en Argentina significa falo, uso que también es válido ocasionalmente para nosotros.
En Colombia se le llama así al olor particular que tiene cada persona. En Ecuador el vocablo significa úlcera de la piel, y un chunchoso es un sarnoso.
La versátil y utilísima palabra nos viene del quechua, el idioma de los incas que aún vive y crece en siete países suramericanos y es lengua cotidiana para alrededor de unas nueve millones de personas.
La palabra incaica original es “ch’unchull” y se usa para designar un lote de trebejos, cosas inútiles, trastos, escombros, o también para designar una colección de tripas y otras vísceras.
Interesante esta última acepción, porque a un plato típico argentino (país quechuoparlante), preparado con tripas de cerdo fritas, se le llama chinchulines, nombre obviamente derivado del original “ch’unchull”.
Y con gran sentido práctico los ticos hemos fabricado con el sustantivo original un verbo, el también versátil “chuncherequear”, que aplicamos en una amplia variedad de situaciones. Así, si se descompone el automóvil, la lavadora, un reloj, o cualquier maquinaria, procedemos los ticos a chuncherequearla, es decir, a travesear con tuercas, alambres y tornillos, hasta hacer que el chunche vuelva a funcionar.
Se ha comprobado que el vocabulario que aquí utilizamos es muy limitado. Talvez somos vagabundos para alimentar con el mataburros nuestro cerebro, para beber del diccionario sabiduría idiomática. Puede ser, pero al menos tenemos el mérito de constantemente fabricar neologismos para expresarnos bien y comprendernos entre nosotros. Nadie puede negar que somos imaginativos ¡si hasta el idioma lo hemos chuncherequeado!
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