Cabanga
Abel Pacheco apacheco@larepublica.net | Lunes 27 junio, 2011
“Curioso que tal vocablo sea sólo utilizado en Parlatica”
PARLATICA
Cabanga
Sonora y musical es la palabra cabanga.
Que bien traduce con su sonoridad la sensación de dolor punzante, aunque dulzón, que describe.
Casi todos recordamos las situaciones cabangueras de la adolescencia, cuando alguna novia nos ordenaba irnos con la música a otra parte (me pasó literalmente, a media serenata).
Pero cuando partí hacia el extranjero para estudiar medicina, supe lo que era un verdadero cabangón cataclísmico.
Ahí se me opacaron los colores, se me asordaron los sonidos y entré en la manía de comparar todas las cosas con su contraparte en Costa Rica.
Si era el aire, no tenía perfume.
Si era el agua, me sabía a lágrima.
Y así sucesivamente con un verdadero síndrome de abstinencia ante la ausencia del gallo pinto y el café chorreado.
Curioso que tal vocablo sea sólo utilizado en Parlatica, pues no hay equivalente exacto en castellano.
Los portugueses tienen el término “saudade”, que se aproxima pero no encaja a la perfección para describir ese dolor-hiedra cabangoso que envuelve y marchita alma y sentires.
Yo siempre había pensado que su origen arrancaba de un idioma nativo, aquí nacida y criada como el tacaco, pero no...
¡Es palabra africana!
Como malanga, mondongo, marimba y sepa Dios cuántos trisílabos armónicos.
Frecuente es su uso entre las tribus del Africa del Sur, donde además es utilizado como nombre propio por las muchachas de por allá.
Entendible que sea vocablo de tal origen pues, ¿Quienes en la historia podrían entender mejor ese tipo de dolor, de ausencia, de desarraigo que los africanos negros?
Por siglos y más siglos los árabes, los ingleses, los holandeses, los españoles, los portugueses y otros pueblos “civilizados” los capturaron, encadenaron y transportaron como esclavos a tierras lejanas para siempre.
Perdieron familia, patria, costumbres, dioses, lengua, libertad y esperanza.
Ha sido quizá el peor crimen de la humanidad, porque al menos nuestros abuelos aborígenes murieron humillados pero en su tierra.
Claro está que nunca un grupo pudo entender de cabangas más que los negros. Talvez de ahí su ritmo y su amor por la vida.
Abel Pacheco
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