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Burla política

| Viernes 24 noviembre, 2017


Burla política

Desde la Grecia antigua, cuna de la democracia occidental, y hasta nuestros días, el debate ha tenido un papel trascendental en la discusión política y cívica de nuestras sociedades. Este, desde una perspectiva crítica, ha facilitado presentar y discutir propuestas, para que, así, estas queden al escrutinio de los ciudadanos.

En la arena política, pocos eventos arrojan más lucidez que el debate, pues ofrece una valiosa oportunidad para la exposición y comparación de la oferta política entre adversarios. Simultáneamente, este contribuye a la democracia, puesto que les permite a los posibles votantes estar mejor informados para decidir por quién sufragar.

El debate es tan relevante que no solo los medios de televisión de mayor audiencia nacional facilitan dicho espacio, sino que centros de educación superior, que son cuna y baluarte de formación crítica y creativa, lo promueven y son anfitriones, como es el caso de la Universidad de Costa Rica y su canal de televisión dirigido por el periodista Marlon Mora. En ese sentido, el debate Desafíos 2018 ofrecido tanto a la comunidad universitaria como no universitaria el pasado viernes 17 de noviembre fue una oportunidad para que los 13 aspirantes a la Presidencia de Costa Rica expusieran sus planteamientos e intercambiaran posiciones con los panelistas invitados. Sin embargo, en esta ocasión, el ausentismo de los candidatos alcanzó dimensiones récord, pues seis de los 13 invitados no se hicieron presentes.

Ausentismo: los que se quedaron de lejos

En el caso del aspirante evangélico Fabricio Alvarado del Partido Restauración Nacional, recibió la invitación el día 23 de agosto. Su jefe de campaña confirma la participación del candidato el día 7 de setiembre. Sin embargo, el 13 de noviembre cancelan debido a que, y cito textualmente parte de la respuesta enviada al canal: “Le asignaron responsabilidades que no puede delegar en un congreso internacional en Argentina”. Posteriormente, en su página de Facebook, Alvarado hace un vídeo casero, al estilo selfie, donde se le ve en las afueras de un avión. Dos días después sube dos fotos: una con su pasaporte en mano, en la que aprovecha para enviar un saludo a la afición, y en la otra se ve el sello de su pasaporte. No hay duda de que ingresó a dicho país. De haber sido en canal 7, me queda la duda de si este candidato hubiese asistido a un congreso que coincidiera con la fecha de un debate en dicho medio.

Un caso diferenciado fue el del candidato Rodolfo Piza, donde informan desde un inicio que la agenda del candidato imposibilita su participación, se disculpan y ofrecen enviar un representante a la actividad.

El caso de Antonio Álvarez fue singular. El día 23 de agosto la asistente del candidato hace las siguientes preguntas al equipo organizador: “¿Cuáles candidatos están invitados? ¿Piensan hacer streaming o Facebook live? ¿Cuánto auditorio estiman para dicho debate?”. El canal responde, pero poco después en el PLN piden que por favor excusen al candidato, pues este ya tenía compromisos adquiridos. Ahora, si de todas maneras el candidato no podía asistir desde un inicio, entonces para qué hicieron estas preguntas. Queda en el misterio.
A Juan Diego Castro del PIN se le envió la invitación el día 22 de agosto. El 23 de octubre, un mes después, se envía un correo al canal preguntando quién sería el moderador del debate y cuáles son los candidatos “YA” confirmados (YA, literalmente escrito en letra mayúscula). Luego, el 24 de octubre se envía otro mensaje donde comunican que por motivos de agenda el candidato no podrá asistir. Este es un candidato que, de todas formas, hasta ahora casi no se le ve debatir. ¿Será que estar en un “cómodo” segundo lugar en las encuestas le permite atender otros asuntos? Ya no estamos en 2006, donde un aspirante pensaba que podía ganar por tener un “Nobel” bajo la manga.
Finalmente, y casi que a última hora, los desgastados y repitientes candidatos Óscar López del PASE y Otto Guevara del Movimiento Libertario cancelan su participación. Tal vez después de todo hubiésemos visto poco o nada nuevo. Muchas gracias entonces por avisar y nos vemos en cuatro años.

¿Y así quieren ganar?

Si consideramos que la tarea de un político es presentarse ante los diferentes segmentos de la población, pues todos los votos cuentan, así como demostrar la capacidad de confrontar, de ser flexible y de avenirse a las reglas del juego que se plantean, queda un sinsabor de que tenemos algunos candidatos sumamente selectivos, extraordinariamente ocupados y, en otros casos, impredecibles, que, bajo la elegante y poco refutable excusa que deben atender otras obligaciones, se permiten ausentarse en la comunidad universitaria. Me queda, por tanto, la duda, para la mayoría de ellos, hasta dónde en esas ausencias hay estrategia, el evitar “desgaste” y hasta qué punto era completamente imposible apersonarse a debatir.

El lenguaje no verbal: ausencia de olimpismo político

El Dr. Rodolfo Hernández del Partido Republicano fue uno de los primeros en apersonarse al canal universitario. Este fue un candidato que para la ocasión se vistió mostrando los colores de su partido (azul, amarillo y rojo), dando a entender que hay orgullo por su partido e intentando, posiblemente, comunicar que no lo “esconde”. Acá, todos los elementos juegan y no podemos solamente prestar atención a las ideas y planteamientos de los aspirantes, puesto que cuando se emite el voto hay un componente emocional en la decisión, influyendo las características físicas del aspirante, sus gestos, postura, capacidad de crear empatía, selección de palabras y forma de decirlas, objetos que utiliza, vestimenta, etc.

Considero que la postura y los gestos del Dr. Hernández reflejan considerablemente dónde se encuentra él en la construcción de su mensaje. Por un lado, se planta sobre el piso con los pies abiertos y ejerciendo cierta presión hacia el suelo, pero, en otros momentos, levanta las puntas de sus zapatos mostrando algo de inquietud e inestabilidad. Cuando el Dr. Hernández se refiere a temas como la salud, los valores o la investigación, su cuerpo se ensancha, se relaja y, literalmente, respira mejor. Es el efecto de cuando sabe de qué habla y que está a gusto. De similar manera, cuando se refirió al caso de los “Panama Papers” su pecho se expandió literalmente y con su dedo índice empujaba el espacio, mostrando sin reserva alguna que no tenía miedo a confrontar al respecto. Otro momento singular fue cuando descartó un posible gobierno conducido por Rodolfo Piza diciéndole “un gobierno no es poesía” mientras sacudía la mano derecha como si estuviese desechando esa idea y enviándola hacia el suelo.

Cuando se le preguntó si incluiría a Rodolfo Piza en su gobierno, nunca mencionó el nombre del candidato del PUSC y, al final de su respuesta, tomó agua inmediatamente, gesto que se puede interpretar como necesidad de refrescar la garganta, pero que también se asocia a un momento incómodo. ¿Quién no tomado agua para aliviarse? De hecho, en los debates estadounidenses se lleva la cuenta de quién tomó más y pronto les diré quién ocupó mucho de este preciado líquido en este debate, y no fue el Dr. Hernández.

Mario Redondo de Alianza Demócrata tiene un aura que emana respeto y sencillez, a pesar de que al día de hoy las encuestas no le otorgan ni el 1% de intención del voto. Este es un aspirante que como diputado ha destacado, pues literalmente se ha apersonado a los Tribunales de Justicia a interponer denuncias en casos como “el cementazo”.

En las respuestas que dio, hay un aire de denuncia y crítica, pero todavía no tiene los “cómo” de las soluciones a un nivel de maduración y a un grado que se les pueda percibir de manera tangible. Hasta ahora, y quedó evidenciado en este debate, su cuerpo no hace nada especial. Redondo junta las manos, las abre y las cierra constantemente como si tuviese un pequeño acordeón invisible que está tocando. De ahí que cuando mencionó palabras como “me preocupa”, “trascender” y “múltiples” no supo cómo darles un énfasis por medio del cuerpo. Difícilmente, este candidato podrá persuadir a los electores, puesto que, hoy por hoy, estos toman la decisión por lo que ven en la televisión, principalmente, y este tipo de medios requiere un conocimiento significativo del cuerpo. Estamos en tiempos en los que mucha gente no quiere leer u oír política, quiere ver política, y eso es otra cosa.

El desempeño reflejado este viernes demuestra varias cosas: el candidato tiene gestos distractores, repetitivos y, por lo tanto, adormece; los codos los pega con frecuencia al cuerpo, quedándose en un espacio pequeño y, finalmente, todavía no parece disfrutar el arte de debatir. A mi modo de ver, el candidato es muy capaz, pero su cuerpo es muy pasivo, restándole la capacidad de inspirar, de llamar a la acción.

Carlos Alvarado del PAC, siendo parte del oficialismo no podía darse el lujo de ausentarse. Este es el candidato que corporalmente tiene el desempeño más dinámico, diría yo, pero evidenció algo que ha sido una constante en este debate de Canal UCR y de otros, sus respuestas son muy mecánicas y sus gestos parecen tan ensayados que le restan espontaneidad. Cuando se refirió al tema de la Caja de Seguro y sobre la importancia de digitalizar expedientes, literalmente, dibujó un rectángulo en el espacio. Si mi retentiva no falla, y puede suceder, este recurso Alvarado lo repite a donde vaya. A este debate llegó a recitar de memoria lo que sabe. Casi que no se permite elaborar respuestas en el momento.

Cuando se le confrontó sobre las cosas que no se hicieron en este gobierno, terminó refugiado en un vaso de agua. Y sí, este fue el candidato que tanto en vivo como fuera de cámaras, tomó agua 14 veces. Mario Redondo intentó ponerle contra la pared en el tema del ‘cementazo’, pero Alvarado empezó perdiendo tiempo respondiendo sobre los logros del PAC. Este aspirante no es un mal vocero del gobierno. Pero la cosa no termina ahí, los televidentes no siempre pudieron observar los pies de los candidatos. En mi caso tuve la oportunidad de verlos a escasos metros. Si hay una zona de nuestro cuerpo que se resiste a mentir, es precisamente de la cintura hacia abajo. Cuando se le preguntó el porqué ir por un segundo gobierno del PAC, sus pies se movían de un lado a otro, especialmente el pie derecho. El candidato Alvarado de la cintura para arriba hace todo un esfuerzo por verse en control, pero sus pies le delatan a ratos que no tiene equilibrio. Tal vez, él no tiene las cosas al nivel de control que desearía. No sería para menos, entre varias dinámicas que vive el aspirante, el “gobierno del cambio” es cuestionado y un quinto lugar en las encuestas, casi que empatado con el candidato evangélico no es tampoco para estar muy tranquilo, y a eso sumémosle las preguntas desestabilizantes que recibió.

Alvarado, bien que mal, conoce algunos trucos del arte de la retórica, como lo es el número tres. En el debate, vimos que para todo tiene casi tres “soluciones”. Cuando se prestaba la oportunidad cerraba alguna respuesta con su eslogan Yo Creo. Ni él mismo parece creerlo. Este es un candidato con juventud y algo de buena técnica, pero le falta aterrizar los “cómo” y le falta sentimiento. Alvarado carga, también, con un PAC que ya no es el mismo y acarrea con él un partido que perdió la virginidad.

La candidata Stephanie Campos de Renovación Costarricense quedó casi que descalificada como aspirante a la Presidencia. El periodista Rodolfo González del programa 7 días resaltó la importancia de manejar datos porcentuales con exactitud para poder solucionar algunos de los problemas nacionales, y le preguntó cuánto es el gasto total del gobierno, cuánto es el déficit fiscal, cuánto creció la economía costarricense, cuál es la tasa de homicidios dolosos; sin embargo, ella admitió no saber las respuestas, mostrando una sonrisa inauténtica y dirigiendo por un momento su mirada hacia un lado y hacia abajo. Y, si bien es cierto, no se puede saber todo, ella reconoció que se ha enfocado en buscar soluciones a otras cosas que no precisó, terminando la respuesta con sus labios presionados hacia adentro, sugiriendo de esta manera tensión, frustración y autodesaprobación.

La aspirante no ofreció nada atractivo y tangible en sus respuestas, lo cual corresponde inevitablemente a un cuerpo que se mostró a veces tenso, poco expresivo, y con ausencia de calidez. El problema que tiene esta candidata, que no es solamente de ella, es que, por un lado, los candidatos ponen mucho énfasis en mostrarse fuertes, no permitiéndose un grado de calidez y, mucho menos, de vulnerabilidad. Tampoco se ve que metan el dedo en llaga de los problemas nacionales, sino que por lo contrario, luchan por hacerse oír, demuestran vanidad y se quedan, en gran medida, en sus motivaciones individuales.

Edgardo Araya del Frente Amplio en este debate principalmente se movió en dos ejes, por un lado, el del tema ambiental y, por otro, su espíritu de denuncia e indignación por el trabajo del gobierno. Cuando el periodista Ernesto Rivera le preguntó sobre cómo armonizar la conservación de la naturaleza con un esquema de producción dada la vocación exportadora del país, Araya respondió: “bueno es que ese es uno de nuestros principales planteamientos”, mientras miraba hacia abajo, con las manos rechazó inicialmente la pregunta y posteriormente le siguió un levantamiento de cejas que se asocia a incomodidad y a falta de credibilidad. Este es un aspirante que no parece del todo ofrecer un lenguaje no verbal convincente, y en otros casos no ofrece soluciones convincentes. El espacio no lo aprovechó siquiera para sacar una de las tareas más básicas de todo aspirante a la Presidencia, ilusionar al votante.

De todos los aspirantes, él, diría yo, es el más emocional, pero esto no le alcanza para calar en la gente. De hecho, en la última encuesta de Opol Consultores tiene menos de un 3% de la intención de voto. Durante el debate, mantuvo con frecuencia sus piernas unidas, una postura que se asocia normalmente a lo femenino. Esa posición delata algo que he visto en él muy seguidamente, es como si él personificara el color rojo. Si pensamos por un momento en ese color, el rojo se encuentra en un estado a punto de explotar, pero intenta contenerse. Ese fue el aspirante que vimos la mayor parte del debate. Ahora, cuando Araya rompe este esquema corporal se vuelve desbordante y satura de emoción, pasando al otro extremo. El ejemplo sería su uso del puño cerrado moviéndose de arriba hacia abajo como si estuviese martillando. Su discurso por momentos va a un cierto ritmo, y su cuerpo puede irse por otro, rompiendo sincronía.

John Vega del Partido de los Trabajadores muestra un grado de calidez ante las cámaras, pero se queda principalmente en planteamientos e ideas, los cuales, como mencionó el politólogo Claudio Alpízar, se sienten como si estuviera en la era de la Guerra Fría. Vega es un aspirante que parece no tener mayor interés por la comunicación no verbal y, cuando dialogo con él, posdebate, me deja la sensación de que ve el tema de comunicación como una cuestión de imagen, lo cual lo considero poco acertado y desmotivante, viniendo de una persona tan joven. Debido a que en el debate muchas tomas se hacen del pecho hacia arriba, muchos detalles de la comunicación corporal se pierden para el televidente. Sin embargo, dado que lo observé de cerca, él mantuvo gran parte del tiempo las manos agarradas de los costados de la mesa. Este tipo de posturas para un candidato que habló de lucha, de reivindicar derechos, de que hay deudas históricas con los trabajadores, es poco persuasivo para atraer votantes. La postura que menciono parecería irrelevante, pero recordemos que cuando el cerebro no entiende lo que se dice, inmediatamente recurre al lenguaje no verbal para tratar de comprender el mensaje. De ahí que debe haber sincronía de lo que se dice con las expresiones del rostro, la postura y los gestos. El candidato parece apostar por decir lo que él considera una verdad, pero es más interesante decir la verdad sin aburrir.

Como una particularidad, llamó la atención que Vega fue el candidato que “rompió” el protocolo, vistiendo una camisa blanca en un debate de noche y cuyo color no se asocia en nada a la ideología a la que pertenece. Pero bueno, ¿por qué no? Su estilo de vestimenta fue un tanto al estilo Figueres: el blanco, con toda la gama de interpretaciones que genera este color. De hecho, ningún candidato, excepto Hernández, mostró orgullo partidario en su vestimenta. El esfuerzo de la mayoría apuntó a no llamar la atención por su partido, sino más bien mostrar la “singularidad” de ellos y ella.

Considero que, luego de este debate del Canal UCR, hay otro candidato descalificado, seguido de Stephanie Campos, ese es Sergio Mena de Nueva Generación, no solo por lo poco específico que es en sus respuestas, sino porque también corporalmente toma otro camino para ver cómo se salva. Cuando Rodolfo González le preguntó sobre datos porcentuales basados en cuatro medidas para la salud que Mena plantea en su programa de gobierno, lo primero que hizo fue retirarle la mirada al periodista y dirigirla hacia abajo, lo cual sugiere sumisión y hasta cierto grado, culpa. Luego reaccionó a la defensiva diciendo que “el presidente de la República no es un erudito y que él no puede saber todos los datos”.

Mena, ciertamente, vistió de manera elegante, pero si se observa su desempeño corporal en el debate, no ofrece la palma de sus manos al hablar, cosa que es básica en la comunicación. Desde los tiempos más remotos de nuestra especie, el mostrar la palma de las manos se volvió una necesidad, pues con esto se demostraba que no había arma en mano para agredir. Él hace los gestos principalmente hacia adentro, sugiriendo un fuerte ego y, al mismo tiempo, como una manera de escudarse, de protegerse. Esto va mano a mano con el contenido de muchas de sus respuestas, pues demuestran poca preparación y estudio. El candidato se nos queda todavía “light”, con mucho camino por recorrer.

Deudas pendientes

Como un todo, a nuestros candidatos el debate organizado por la Universidad de Costa Rica les quedó grande, salvo algunos momentos en los que unos pocos destacaron. Demostraron que continúan en deuda en su preparación de forma y contenido. Siguen sin comprender que la campaña es un acto permanente, por lo que una breve preparación para un debate no será suficiente. Tampoco se ve un esfuerzo significativo por segmentar el mensaje que presentan, dirigiéndose al público como si este fuera “al por mayor”.

Inclusive, el ausentismo de algunos por sí solo dijo mucho. En ese sentido los esfuerzos del equipo organizador no obtuvieron el nivel de consideración y de cortesía que se esperaría para una institución emblemática como lo es la Universidad de Costa Rica.

Lamentablemente, la gran mayoría de nuestros aspirantes parece venir de la vieja escuela, pues caen en el error de pensar que se siguen dirigiendo al mismo votante de hace 15, 30 o 50 años, al que le bastaba y se apoyaba en palabras… que entran por una oreja y salen por otra. Lo que vimos a ratos parecía, más bien, un concurso de promesas.

Caen también en el error de pensar que entrenarse en comunicación verbal y no verbal les resta autenticidad. Estimado lector, de continuar la mayoría de ellos por la misma senda, le recomiendo para el próximo debate no verlo o verlo con unas palomitas de maíz a la mano a ver si, al menos, de esta manera la experiencia ante su pantalla se siente menos dolorosa.

Marlon Segura
Director escénico, coach y analista no verbal
Universidad de Costa Rica, Ecole Jacques Lecoq






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