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¡Apelación rechazada!

Emilio Bruce ebjreproduccion@gmail.com | Viernes 26 agosto, 2016


Doce años después la Sala III definió que si no hay pruebas no hay condena, y que las pruebas espurias no son pruebas. Doce años después la Sala III concluyó que el Código Procesal Penal debe seguirse. Doce años después y juicios, apelaciones, anulaciones y un recurso de casación anterior, la Sala dejó claro que los abusos y atropellos no son consentidos y que el fin no justifica los medios

Sinceramente

¡Apelación rechazada!

Luego de unos doce años de continuada batalla legal, varios juicios, recursos de apelación y un recurso de casación, la Sala III concluyó que la última apelación presentada por la Fiscalía era improcedente en derecho y fue rechazada.
Parecería elemental que para un fiscal general, que es abogado penalista, era evidente que un juicio penal era de derecho, no de opiniones de calle y que el Código Procesal Penal estaba para acatarse. La Sala III apreció los yerros cometidos y quedó sepultado todo el proceso. Doce años de persecución, cárcel, lucha y angustia concluyeron para el acusado. Doce años de apelación infructuosa tras apelación fallida concluyeron para el Ministerio Público.
Muchas personas aseguran que el fiscal inicial no cuidó las formas porque en realidad estaba seguro de que ganara o perdiera los juicios ya él había logrado todos sus objetivos y propósitos políticos. Los acusados famosos estaban a su juicio destruidos y cualquiera fuera la sentencia final, estarían en su concepto acabados políticamente para siempre. Este, más que un proceso buscando justicia, aparentemente fue un magnicidio en el que el propósito final era acabar con el liderazgo de los acusados.
Estos fueron exhibidos, encarcelados y de común acuerdo con un periódico y con un telenoticiero — autonombrados fiscales, jueces y verdugos—, perseguidos en un linchamiento mediático. Fueron filmados y fotografiados, se dio asueto medio día a los empleados públicos, sonaron las sirenas, motocicletas encabezaron las caravanas, el presidente de entonces y el fiscal general desfilaron por la avenida segunda como adalides de la lucha contra la corrupción.
Muchos aseguran que el primer mandatario impulsó la persecución porque con la destrucción de los expresidentes él sería dueño absoluto de su partido político. Muchos piensan que otros que le hablaban al oído al mandatario buscaban acabar con su competencia política. Muchos desde la izquierda aprovecharon la oportunidad para montar el acto final de la estrategia cubano-venezolana en la que, descabezada la clase política, los partidos dejarían de funcionar como los tradicionales en Venezuela, y surgiría como un fénix un régimen autoritario o populista de izquierdas.
Doce años después la Sala III definió que si no hay pruebas no hay condena, y que las pruebas espurias no son pruebas. Doce años después la Sala III concluyó que el Código Procesal Penal debe seguirse. Doce años después y juicios, apelaciones, anulaciones y un recurso de casación anterior, la Sala dejó claro que los abusos y atropellos no son consentidos y que el fin no justifica los medios.
El daño a la institucionalidad está hecho. Al no coincidir los fallos y sentencias de los tribunales con los de los medios, el Poder Judicial ha sido atacado con furia por los que querían ver una condena. El grave daño personal está más que consumado. El daño al sistema, la desconfianza y desilusión en la democracia ya fueron infligidos. Muchos quisieron usar estos procesos para acabar con el sistema, partidos políticos y la democracia. ¡Qué peligrosos los linchamientos mediáticos! ¡Qué destructivas las personas que se creen y sienten que saben más que los magistrados y que siguen juzgando, condenando y ejecutando! ¡Qué graves estas luchas de poder involucrando al Ministerio Público!

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