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EDITORIAL


Alcaldes estarán en la mira

Los profundos cambios que deben darse en los gobiernos locales siguen siendo un sueño de la ciudadanía, que despierta cada mañana lamentando los mismos problemas

Redacción La República redaccion@larepublica.net | Martes 08 febrero, 2011


Editorial


Una vez pasadas las elecciones municipales, hay nuevos alcaldes que se instalan en sus puestos, pero lo que la gente espera son las nuevas acciones, más allá de seguir con promesas, que se supone traerán a sus municipios para demostrar que valía la pena que llegaran a esos cargos.

La realidad, por el momento, es un histórico alto grado de politización de las alcaldías donde, una vez logrado el objetivo de tomar la silla del poder local, no se abocan a crear programas propios basados en las auténticas necesidades de su comunidad, haciendo buen uso de la independencia que siempre reclaman.

Si bien es cierto hay gobiernos locales que no cuentan con más presupuesto que el destinado a pagar sus planillas (habría que ver por qué no recaudan), también lo es que muchos no demuestran capacidad para elevar a aprobación de la Contraloría proyectos bien diseñados, presupuestados y planeados de modo que no sean devueltos por el órgano contralor por fallas o errores de forma o de fondo.

Lo anterior es de vital importancia para que el factor tiempo no se traduzca en el peor enemigo que impida ejecutar programas y presupuestos.

Es decir, que los profundos cambios que deben darse en los gobiernos locales siguen siendo nada más que un sueño de la ciudadanía que despierta cada mañana lamentando los mismos problemas: inseguridad, basura, problemas de alcantarillados, mal transporte público, falta de parques seguros, deficiencias en servicios básicos, etc…

La autonomía de los alcaldes debe ser real, pero estos y el resto de funcionarios que les acompañan deben ser capacitados, como requisito indiscutible. Los presupuestos para las municipalidades podrán ser cada vez mayores en la medida en que estas demuestren su labor en la mejora de la calidad de vida de los habitantes de sus comunidades.

Esto requiere una profunda transformación del régimen municipal que, entre otras cosas, modifique la actitud de permanente campaña política y se aboque a unir esfuerzos con otras organizaciones locales de la sociedad civil, que han de servir de apoyo a la vez que de celosos vigilantes de lo que suceda en las alcaldías. La bondad de un proyecto debe ser lo que prevalezca, no el color político del proponente.

La comunidad organizada debe definir problemas y prioridades y las alcaldías deben escucharlos, hacerlos suyos y abocarse a trabajar para darles solución.

Los alcaldes deben hacer un ejercicio permanente de rendición de cuentas, que incluya detalles sobre el desarrollo de programas para mejoras de los principales problemas y sobre la ejecución de sus presupuestos.










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