Actualidad Fiscal: El celular
Francisco Villalobos fvillalobos@icstax.com | Jueves 13 marzo, 2008
El celular
Mi amigo Gerardo me contaba hace unos días sobre cómo disfruta una gran taza de café por las mañanas junto al olorcillo ese de la tinta y del papel periódico. Recordé esto mientras me encontraba revisando LA REPUBLICA en Internet, en mi teléfono celular. Luego, me puse a imaginarme la vida tan solo en 1992, justo cuando los beepers bidireccionales eran una gran cosa y Ticopager costaba ¢5 mil al mes. Luego llegaron los celulares Motorola, que pesaban tanto en la faja del pantalón como le pesa a don Rodrigo Arias la falta de votos en Cuesta Moras. No imaginábamos entonces que a la vuelta de tan solo 15 años, esos aparatos iban a ser tan ligeros, tan baratos tan bonitos y, en fin, tan democratizados; tanto que los limpiabotas los guardan junto a los betunes mientras lustran las botas del que chatea o envía chistes a sus amigos liguistas. El otro día, M me comentó que ella duerme con su teléfono. Soltera empedernida, su teléfono la despierta por las mañanas y se arrulla con ella por las noches. ¿Le tenés pijama? No, duerme desnudo, como yo. Conozco gente que se devuelve desde Curridabat (hasta Cartago) porque se le olvidó el teléfono. Escuché una vez, por indiscreto, la conversación ahogada de dos amantes en un bar: ¿y por qué no me contestaste? Te juro que no entró la llamada, ja, con ese cuento, si no es cuento es que es una central de esas de las del caso de Miguel Angel, ja, a mí con ese cuento, si no es cuento ve que aquí casi no hay barritas. Mi hermana menor, con quien intercambié línea GSM —porque la de ella tenía roaming internacional y la mía no… “¿y cuándo cree usted señorita que esta línea esté habilitada para recibir llamadas cuando viajo?” Nunca señor— ha enviado cientos de notificaciones a sus amigos veinteañeros sobre el cambio de número. Segundos después, me han llegado miles de respuestas con abreviaturas muy creativas y poco inteligibles, para mí claro. Hay mucha gente que viste a su celular por las mañanas, otra que habla de él como si fuera un carro y algunas hasta se lo cuelgan del cuello, ahí juntito a los senos. ¿Cómo se siente si no lleva celular? Desnudo, indefenso: incomunicado. No tener teléfono o no tener señal es estar desenchufado del universo inmediato de ¿a qué horas nos vemos? Te amo gordo, me haces muy :-) Hoy a las 7 en La Fnt lleve kndnes. El celular es para el hombre moderno, como decir un órgano externo. Le hace tanta falta parece, como le haría falta un dedo, unos metros de intestino o un tímpano. Estamos hoy más comunicados que nunca. La pregunta es si ese órgano de más con el que ahora contamos nos hace más felices, nos hace más comuna o nos da más razones para pensar que el futuro será mejor. Yo prefiero pensar que sí aunque a veces necesito más barritas para sostenerme en mi esperanza.
Francisco Villalobos
fvillalobos@icstax.com
Mi amigo Gerardo me contaba hace unos días sobre cómo disfruta una gran taza de café por las mañanas junto al olorcillo ese de la tinta y del papel periódico. Recordé esto mientras me encontraba revisando LA REPUBLICA en Internet, en mi teléfono celular. Luego, me puse a imaginarme la vida tan solo en 1992, justo cuando los beepers bidireccionales eran una gran cosa y Ticopager costaba ¢5 mil al mes. Luego llegaron los celulares Motorola, que pesaban tanto en la faja del pantalón como le pesa a don Rodrigo Arias la falta de votos en Cuesta Moras. No imaginábamos entonces que a la vuelta de tan solo 15 años, esos aparatos iban a ser tan ligeros, tan baratos tan bonitos y, en fin, tan democratizados; tanto que los limpiabotas los guardan junto a los betunes mientras lustran las botas del que chatea o envía chistes a sus amigos liguistas. El otro día, M me comentó que ella duerme con su teléfono. Soltera empedernida, su teléfono la despierta por las mañanas y se arrulla con ella por las noches. ¿Le tenés pijama? No, duerme desnudo, como yo. Conozco gente que se devuelve desde Curridabat (hasta Cartago) porque se le olvidó el teléfono. Escuché una vez, por indiscreto, la conversación ahogada de dos amantes en un bar: ¿y por qué no me contestaste? Te juro que no entró la llamada, ja, con ese cuento, si no es cuento es que es una central de esas de las del caso de Miguel Angel, ja, a mí con ese cuento, si no es cuento ve que aquí casi no hay barritas. Mi hermana menor, con quien intercambié línea GSM —porque la de ella tenía roaming internacional y la mía no… “¿y cuándo cree usted señorita que esta línea esté habilitada para recibir llamadas cuando viajo?” Nunca señor— ha enviado cientos de notificaciones a sus amigos veinteañeros sobre el cambio de número. Segundos después, me han llegado miles de respuestas con abreviaturas muy creativas y poco inteligibles, para mí claro. Hay mucha gente que viste a su celular por las mañanas, otra que habla de él como si fuera un carro y algunas hasta se lo cuelgan del cuello, ahí juntito a los senos. ¿Cómo se siente si no lleva celular? Desnudo, indefenso: incomunicado. No tener teléfono o no tener señal es estar desenchufado del universo inmediato de ¿a qué horas nos vemos? Te amo gordo, me haces muy :-) Hoy a las 7 en La Fnt lleve kndnes. El celular es para el hombre moderno, como decir un órgano externo. Le hace tanta falta parece, como le haría falta un dedo, unos metros de intestino o un tímpano. Estamos hoy más comunicados que nunca. La pregunta es si ese órgano de más con el que ahora contamos nos hace más felices, nos hace más comuna o nos da más razones para pensar que el futuro será mejor. Yo prefiero pensar que sí aunque a veces necesito más barritas para sostenerme en mi esperanza.
Francisco Villalobos
fvillalobos@icstax.com