¡A corazón abierto!
Gaetano Pandolfo gpandolfo@larepublica.net | Lunes 28 marzo, 2011
¡A corazón abierto!
La ceremonia inaugural del Estadio Nacional hizo brotar lágrimas y recuerdos
Los fuegos artificiales sacaron lágrimas.
El homenaje en las pantallas gigantes, a los mejores deportistas de la historia nacional, a pesar de grandes y notables ausencias, hizo volar nostalgia y recuerdos.
Los discursos de don Oscar y doña Laura soltaron, en esa noche espectacular, frases preciosas.
La organización se lució.
No hubo caos vial; se ingresó al majestuoso coliseo dentro de un desorden organizado; casi, casi se inició la ceremonia a hora inglesa; claro que algunos personajes se comieron el mandado y tuvieron protagonismo en el mejor momento del banquete.
Gajes de la política.
Silbidos para el gobernante que hizo posible la obra.
¡Gajes del oficio!
Elegancia de doña Laura a la hora de repartir méritos y agradecimientos.
Eso se llama decencia.
Lo otro…
Los chinos regalaron a los espectadores actos protocolarios hermosos.
Sincronía, vestidos, colores, luces, danza, mujeres hermosas, finas, delicadas.
Ya se desearía el equipo de La Volpe, la sincronía de movimientos del número escénico “las mil manos”, presentación de primer mundo, en una noche también de primer mundo, en escenario de primer mundo.
Tuzo Portuguéz, abrazado de Lobito Fonseca.
Carlos Alvarado, el “Aguilucho”, el mejor portero de Costa Rica de todos los tiempos, abrazado con los aficionados en los baños públicos.
Honores, arriba y abajo.
Lo mismo a los escogidos que a los olvidados.
Se apagaron los reflectores.
Invaden las sombras.
El anunciador oficial que en el posterior minuto de silencio mató a Alfredito Sasso, el hijo de don Isaac, anuncia los fuegos artificiales y la noche se llenó de luz.
¡Espectaculares y maravillosos!
Lo mejor de la noche.
Un homenaje de la Federación de Fútbol a Rolando Fonseca calentó el previo del partido.
Cuando las dos selecciones salen a la cancha, el uniforme de la Selección Nacional agrede el buen gusto de la noche.
El rojo de la camisa opaco y desteñido marca, lastimosamente el presagio del partido.
En la antesala, un juego para el olvido que sirvió para medir, más que la capacidad de la tricolor, la frialdad del entorno, separados futbolistas y públicos por una larga distancia que ya hizo temer al técnico del seleccionado, eventualmente, el no jugar ahí en la eliminatoria.
Finalmente, la emigración.
Lenta, con pausa y ordenada y en la boca de miles de miles de ticos la mejor de las sentencias; el más favorable de los vaticinios, la más optimista de las proyecciones.
¡Qué linda que estuvo la noche!
¡Qué lindo estuvo todo!
Lágrimas, recuerdos, emociones, sentimientos que brotaron a corazón abierto.
Gaetano Pandolfo
gpandolfo@larepublica.net
La ceremonia inaugural del Estadio Nacional hizo brotar lágrimas y recuerdos
Los fuegos artificiales sacaron lágrimas.
El homenaje en las pantallas gigantes, a los mejores deportistas de la historia nacional, a pesar de grandes y notables ausencias, hizo volar nostalgia y recuerdos.
Los discursos de don Oscar y doña Laura soltaron, en esa noche espectacular, frases preciosas.
La organización se lució.
No hubo caos vial; se ingresó al majestuoso coliseo dentro de un desorden organizado; casi, casi se inició la ceremonia a hora inglesa; claro que algunos personajes se comieron el mandado y tuvieron protagonismo en el mejor momento del banquete.
Gajes de la política.
Silbidos para el gobernante que hizo posible la obra.
¡Gajes del oficio!
Elegancia de doña Laura a la hora de repartir méritos y agradecimientos.
Eso se llama decencia.
Lo otro…
Los chinos regalaron a los espectadores actos protocolarios hermosos.
Sincronía, vestidos, colores, luces, danza, mujeres hermosas, finas, delicadas.
Ya se desearía el equipo de La Volpe, la sincronía de movimientos del número escénico “las mil manos”, presentación de primer mundo, en una noche también de primer mundo, en escenario de primer mundo.
Tuzo Portuguéz, abrazado de Lobito Fonseca.
Carlos Alvarado, el “Aguilucho”, el mejor portero de Costa Rica de todos los tiempos, abrazado con los aficionados en los baños públicos.
Honores, arriba y abajo.
Lo mismo a los escogidos que a los olvidados.
Se apagaron los reflectores.
Invaden las sombras.
El anunciador oficial que en el posterior minuto de silencio mató a Alfredito Sasso, el hijo de don Isaac, anuncia los fuegos artificiales y la noche se llenó de luz.
¡Espectaculares y maravillosos!
Lo mejor de la noche.
Un homenaje de la Federación de Fútbol a Rolando Fonseca calentó el previo del partido.
Cuando las dos selecciones salen a la cancha, el uniforme de la Selección Nacional agrede el buen gusto de la noche.
El rojo de la camisa opaco y desteñido marca, lastimosamente el presagio del partido.
En la antesala, un juego para el olvido que sirvió para medir, más que la capacidad de la tricolor, la frialdad del entorno, separados futbolistas y públicos por una larga distancia que ya hizo temer al técnico del seleccionado, eventualmente, el no jugar ahí en la eliminatoria.
Finalmente, la emigración.
Lenta, con pausa y ordenada y en la boca de miles de miles de ticos la mejor de las sentencias; el más favorable de los vaticinios, la más optimista de las proyecciones.
¡Qué linda que estuvo la noche!
¡Qué lindo estuvo todo!
Lágrimas, recuerdos, emociones, sentimientos que brotaron a corazón abierto.
Gaetano Pandolfo
gpandolfo@larepublica.net