A cambiar… sin los partidos
Alvaro Madrigal cuyameltica@yahoo.com | Jueves 06 diciembre, 2012
Importantes fuerzas sociales trabajan afuera de los partidos en la formulación de estrategias idóneas para evitar lo que sería de no haber correctivos eficaces el colapso institucional de la democracia y la imparable caída en picada
De cal y de arena
A cambiar… sin los partidos
El XVIII Informe del Estado de la Nación desnuda a una Costa Rica en crisis. Su excelente reputación le califica para no dudar de la certeza de las cifras e interpretaciones que resume y que advierten de los peligros del rumbo que lleva el país.
El desequilibrio fiscal es de temer, la economía tiene soportes frágiles y los indicadores sociales tocan las campanas de alarma. En otras circunstancias se habrían reactivado los movimientos internos en los partidos para atender tal deterioro. Pero no ha ocurrido así.
Hay importantes fuerzas sociales que están trabajando afuera de los partidos en la formulación de estrategias idóneas para evitar lo que sería —de no haber correctivos eficaces— el colapso institucional de la democracia y la imparable caída en picada.
Esta centrifugación es trascendente quizá lo mejor. Ciudadanos de la más diversa procedencia política y sin pretensiones electorales están debatiendo los problemas de la realidad nacional para presentar un ideario con los cambios y reformas que a su juicio pueden evitar la entrada en barrena. Así, la “Agenda Nacional” trabaja en la elaboración de una propuesta estratégica para la Costa Rica del futuro con una proyección a 30 años plazo.
En Río Segundo de Alajuela se reúne otro calificado grupo que convoca Mariano Figueres.
También está el taller que coordina el expresidente Figueres Olsen.
Todos acicateados por tantas preocupaciones que causa el empeoramiento de la Nación, hastiados de unos partidos incapaces de encarar la crisis desde que se convirtieron en maquinarias electorales y en antros para la fragua de la concupiscencia.
De diagnósticos de la realidad nacional estamos plagados. La necesidad anda por otros flancos: el de las propuestas y el de las acciones en las instancias de gobierno.
La “Agenda Nacional” lo percibe así. Va hacia una agenda estratégica de Estado de largo plazo, con políticas públicas articuladas para imprimir eficacia y eficiencia en la marcha del Estado; para hacer del Estado Social de Derecho el principal promotor del desarrollo económico, social y cultural a tono con las reglas de justicia social, solidaridad y respeto a los derechos humanos.
Parte del conocimiento de las grandes atrofias que padece el Estado y del devastador efecto que ha dejado la pérdida de valores y va tras planteamientos en lo institucional, finanzas públicas, desarrollo económico (crecer y redistribuir cautelando los equilibrios sociales) y calidad de vida.
En ningún extremo de tan loable como ambicioso proyecto se sienta la premisa de que lo que el país tiene es, más que un problema jurídico, un problema político y que para acometer las propuestas ha de alcanzarse el poder político y que para llegar a él hay que asumir definiciones ideológicas. Ahí —creo— es donde la heterogénea composición de este grupo va a echar chispas.
Además, esta alianza y los demás no deben olvidar la existencia de la “maquinaria política” y la “ley de hierro” de las oligarquías: no ceden nada de sus cotos de caza.
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