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EDITORIAL


Potencial que el Estado desaprovecha

| Jueves 13 septiembre, 2012





La toma de conciencia no fue aprovechada como potencial básico para iniciar programas municipales de recolección y reciclaje

Potencial que el Estado desaprovecha

Ahora se paga más por cada kilo de vidrio recibido en los centros de recolección, lo cual aumentó el interés por este reciclaje.
En total esta industria significa cerca de $2 millones al año solo en este tipo de material, dice una nota de este medio ayer.
Más allá de lo que reditúa cada material o el tipo de negocio de reciclaje que haga cada empresa, lo evidente es que en el país avanzan en esa materia las empresas privadas mientras que el Estado no lo hace ni como su obligación, que es, ni como negocio, que bien podría ser.
¿Qué ha impedido que hasta ahora las municipalidades en general no hayan decidido emprender esta rentable tarea que por su naturaleza les corresponde de todos modos?
Sean cuales sean las razones han pasado demasiados años sin que los responsables se hayan decidido a entrarle al asunto.
La ciudadanía comenzó hace ya muchos años a tener conciencia de la necesidad de reciclar y se empezó a notar en niños y adultos la actitud de cambio necesaria para lograrlo. Pero la contraparte del Estado, en este caso las municipalidades, no respondieron.
Sin embargo, debieron ser estas las que iniciaran e incentivaran la separación de residuos sólidos.
Hoy la actividad es un negocio, una tendencia en auge ya que en el caso del vidrio, para seguir con este ejemplo, su valor aumentó a ¢34 el kilo, a condición de que esté limpio y su color sea cristalino, ámbar o verde.
Hubo un trabajo realizado por los maestros en las escuelas, donde los niños aprendieron que llevar de sus casas papel periódico significaba juntar cantidades suficientes para venderlo y adquirir con la ganancia artículos que el centro educativo necesitaba —especialmente en barriadas de familias de escasos recursos económicos y escuelas desprovistas de lo indispensable—.
Pero esta toma de conciencia no fue aprovechada como potencial básico para iniciar programas municipales de recolección y reciclaje en cada comunidad (con ciertas excepciones).
La labor educativa no encontró forma de materializarse en acciones que la comunidad necesitaba porque faltó la acción de los gobiernos locales que hubieran podido unirse al esfuerzo generando una sinergia provechosa para todos.














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