Ni intelectuales ni académicos... ni pachucos
Tomas Nassar tnassar@nassarabogados.com | Jueves 06 septiembre, 2012
VERICUETOS
Ni intelectuales ni académicos… ni pachucos
“Don Fernando ya mucha gente lo critica. Yo sé, pero es que es una campaña rompedora. Tenemos que dejarnos de doble moral. Soy un intelectual, académico, pero pienso que hablar con el lenguaje del pueblo es hablar con la verdad”. (La Nación, 4 de agosto de 2012).
La verdad, nunca le he visto a usted, don Fernando Berrocal, en ninguna lista de los intelectuales destacados de este país. Tampoco he leído su nombre integrando la nómina de los buenos y grandes pensadores, que los hemos tenido en buen número y de mucha calidad.
Le concedo generosamente el noble título de académico, haciendo por supuesto la salvedad de que una cosa es posarse al frente de un grupo de muchachos en un aula universitaria, exhibiendo algunos, pocos o ningún mérito, y otra es ser un “académico”.
Académicos no hay muchos y, con toda franqueza, su osadía de auto denominarse como tal debe haber hecho retorcerse de tristeza, sino de lástima al mismísimo Platón que, probablemente sea importante para usted saberlo, fue el fundador allá por el siglo IV a.C., de la escuela filosófica que, por haberse concebido en Academo, ha sido así designada como la Academia de Platón o la Academia de Atenas (en Grecia, allá en el mar Mediterráneo, no se vaya a confundir con la cuna de las toronjas rellenas).
En política le hemos conocido muchos puestos pero, francamente, ninguna gloria. La silla en el Consejo de Seguridad la ocupó Costa Rica y la del Ministerio de Seguridad la dejó abruptamente, con pocos logros y mucha ira contra el Presidente Arias. ¿No será esa la causa de tanta rabia contra don Rodrigo? “La venganza nunca es buena, mata el alma y la envenena”.
Ese que llama “pueblo” don Fernando, no será intelectual ni académico, no habrá sido bendecido por la iluminación del conocimiento y la refinada cultura musical que le permita identificar “Una furtiva lágrima” de Caruso como fondo de sus tristes, vacíos y vulgares anuncios de “rompimiento” de campaña; pero tiene la educación suficiente, la vergüenza y el amor propio como para rechazar su oferta de mal gusto.
Usted no tiene derecho, don Fernando, a faltarnos el respeto, a recurrir a la vulgaridad para cobrarnos los resultados de las encuestas que le asignan total invisibilidad. No es de esa manera como se nos convence y no será de esta manera como usted merezca nuestra consideración y el favor de nuestros votos. Por el contrario, si “por la víspera se saca el día” y si “por sus actos los conoceréis”, ya se ha retratado usted de cuerpo completo con esta afrenta a los costarricenses.
Sus motivaciones contra Rodrigo Arias las conocerá usted. Si la misma receta merecerán don Johnny, don Antonio y don José María si finalmente se decidiera, no quiero ni pensar lo que la imaginación de sus artistas mediáticos nos ofrecerá en el futuro.
No gaste así su platita… o la de sus patrocinadores. ¿Habrá alguno? ¿Quién será, quién será…?
Don Fernando, ese que usted utiliza no es el lenguaje del pueblo. Por favor, compórtese a la altura de su intelecto y de su academia, denos un mensaje de nivel, con contenido, no nos vea cara de pachucos pero, mucho menos, nos vea cara de majes.
Qué tristeza.
Tomás Nassar
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