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Chisporroteos

Alberto Cañas afcanas@intnet.co.cr | Miércoles 23 mayo, 2012



Chisporroteos

En medio de la cantidad de disparates, chiquilladas, alteraciones, falsificaciones y “experimentos” de que parece alimentarse exclusivamente el teatro no hediondamente comercial que padecemos, surge de pronto buena cosa que brilla, que encanta, que demuestra que talento hay pero las autoridades no salen a buscarlo ni a estimularlo.
Esto de que voy a hablar surgió dentro del pasado festival donde tantas cosas buenas y tantos mamarrachos nos ofrecieron. Y se trata de un aporte costarricense cuya calidad ha obligado, por decirlo así, a que se haya puesto en cartelera por una o dos semanas más.
Su título habla por sí solo: CONCHERÍAS. Sí, son las concherías de Aquileo, que nuestra notable coreógrafa, Marcela Aguilar, asistida por su marido el mexicano Luis Rábago, ha llevado al escenario con brillo. Siempre hemos sabido que muchas de las concherías están escritas en forma de diálogo, y no era más (como hacen en las escuelas) que poner a dos colegiales a repetirlas. Pero ahora se trata de algo más: actores profesionales de alta calidad —encabezados por Marcia Saborío, Gustavo Rojas, Luis Fernando Gómez, Madelaine Martínez y Eugenia Chaverri, (en ese orden aparecen en el programa) han tomado los textos de Aquileo para decirlos como teatro, con resultados verdaderamente asombrosos.
Con el propio Aquileo en escena, aunque no maquillado ni vestido para parecerse al poeta, las concherías se van sucediendo en el escenario una tras otra, alguna (“Cuatro Filazos”) convertida en un estupendo ballet, y el mundo de nuestro gran poeta nacional cobra vida brillantemente.
Lo sorprendente del espectáculo es que sin desviarse, constituye, no sólo en los cuatro filazos sino con mucha frecuencia, un espectáculo bailado, y aquí se luce la notable coreógrafa que es Marcela Aguilar, que consigue así que el espectáculo, firmemente realista, tome de cuando en cuando rutas de imaginación que lo redondean notablemente.
Las concherías están bien dichas, de eso ni duda. Pero me parece de justicia destacar, entre todos los intérpretes, el trabajo de Eugenia Chaverri, que tiene a su cargo el magnífico casi monólogo que es la titulada “Diálogo”, a mi juicio la mejor de todas las concherías, para luego extraerle todo el humor que tiene la popularísima “Mercando Leña”
El espectáculo es en conjunto cautivante. Los fondos musicales de Carlos Escalante sobre temas tradicionales, perfectos. Esto que hemos visto es el mejor homenaje que los costarricenses le hemos hecho a nuestro insigne poeta nacional.
Antes de cerrar, un pero. Un Pero con mayúscula: el desafortunado vestuario. Los campesinos del 900 vestían pantalón de dril y una blusa, y las mujeres enagua y cotona. Mi querido amigo Rolando Trejos, que tantas cosas buenas ha hecho como vestuarista, aquí metió la pata. Con decir que hasta sacó a uno de los conchos de Aquileo vestido de frac. Y de frac blanco, que no hay noticia de que nadie, ni campesino ni urbano se haya puesto en Costa Rica. Todos muy bien calzados, ninguno descalzo, más de uno con chaleco, y las muchachas vestidas a la manera de fines del siglo XX. Algunas de las bailarinas sí estaban descalzas. Pero ni una blusa, ni un sombrero de palma (todos los sombreros, de fieltro). Pero el resto del espectáculo es de tan altísima calidad, que uno termina por disimular el increíble vestuario. Quedan pocos días antes de que esta estupenda producción salga en gira por todo el país. No se la pierdan.

Alberto Cañas

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