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¿Y el respeto?

David Gutierrez david@gutierrezcr.com | Martes 16 abril, 2013


Se genera un círculo vicioso nefasto para la democracia: la insatisfacción con los mecanismos formales e institucionales provoca la búsqueda de soluciones por medios informales


¿Y el respeto?

Los recientes acontecimientos relacionados con la concesión de la carretera San José-San Ramón permiten llevar a cabo algunas reflexiones sobre nuestra realidad social y política.
En primer lugar, independientemente de que lleven razón o no, algunos miembros de los grupos opositores a la concesión faltan reiteradamente el respeto a la señora Presidenta de la República.
Desafortunadamente lo mismo ocurre, con mayor frecuencia, en las marchas y manifestaciones de distintos grupos de presión.
Ejemplos cercanos son la confrontación que hizo a la señora Presidenta —en medio de su discurso— la Secretaria del Sindicato Independiente de Trabajadores Estatales Costarricenses; manifestaciones tanto de porteadores como de taxistas formales por el tema de las placas; amenazas de líderes sindicales sobre el posible ordenamiento de los salarios públicos y, más recientemente, los actos de los opositores a la concesión de la carretera a San Ramón.
Los ciudadanos tenemos que actuar con respeto a los demás, pero sobre todo con respeto al más alto puesto en nuestra democracia: la Presidencia de la República.
En segundo lugar, en el país aumenta cada vez más la desproporción y el exceso en la forma de manifestar la oposición. Si algo no le parece a un determinado grupo, toma las cosas en sus manos y decide hacerlo por medio del mecanismo que más irrespeta a las demás personas: el bloqueo de las calles.
Por otra parte, son constantes las intervenciones de distintos bandos en que desacreditan y atacan personalmente a sus oponentes, sin tolerancia, con insultos y vulgaridad, además de faltos de toda proporción. Con facilidad se manchan honores de quienes simplemente cometen el pecado de pensar diferente.
En tercer lugar, y aunque no estamos de acuerdo con la forma en la que algunas veces se expresa, es muy importante medir y considerar el malestar ciudadano con la democracia, que aumenta cada vez más.
Esta indisposición ciudadana no se limita al gobierno de turno sino que apunta a las bases de la institucionalidad democrática.
Pareciera que las percepciones cada vez más generales de entrabamiento, inoperancia y acumulación de problemas por la ineficiencia de los actores estatales, se convierten en leña para una hoguera de desencanto social.
Este malestar se refleja en encuestas sobre la satisfacción con la democracia y el respeto por las instituciones. El Informe Estado de la Nación muestra cómo el apoyo ciudadano al sistema político costarricense ha venido cayendo sostenidamente desde hace muchos años.
De esta forma, se genera un círculo vicioso nefasto para la democracia: la insatisfacción con los mecanismos formales e institucionales provoca la búsqueda de soluciones por medios informales.
Por otro lado, cuando el Estado cede ante las presiones “de la calle”, no solamente fomenta su propio debilitamiento institucional sino que invita a otros sectores, que sí siguen las reglas, a dejar de acatarlas y exigir sus pretensiones de otras formas.
El mayor riesgo de todo esto es la pérdida de nuestra democracia, basada en el respeto, el diálogo y la tolerancia.

David Gutiérrez

davgutswa@gmail.com
 

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