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Y en una monstruosa noche…

Luis Fernado Rojas lrojas@larepublica.net | Lunes 12 mayo, 2014


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Y en una monstruosa noche…

Lluvia, multitud, euforia, lágrimas, desahogo y al final el rugido del monstruo

La noche se tiñó de morado; el público invadió la cancha y también la capital, el saprissismo se cotizó en lo más alto y la celebración, tras la conquista del campeonato fue apoteósica.
Antes de esto, 90 minutos de sufrimiento; en el caso de Saprissa no tanto por lo que hacía la Liga, que ofensivamente fue poco, sino porque su equipo no lograba aumentar la cuenta y el fantasma de siete fracasos anteriores rondaba por Tibás.
En el caso de los manudos, que llegaron a cuenta gotas, pero muy valientes se convirtieron en el punto rojo en un mar morado, sufrieron aferrados a un posible “milagro” del “Macho”, pero que esa noche no se dio; se le acabaron los polvos mágicos o le tomaron la medida a Ramírez.
El árbitro Jeffrey Solís, que para muchos era motivo de duda, no titubeó en echar a McDonald, aunque antes había perdonado a Guzmán y más adelante a Palma; anuló un gol al Saprissa y consideró que Elías fingió una supuesta falta dentro del área saprissista cuando el marcador estaba igualado. En los balones divididos se recargó un poco a los de casa, y en las bolas muertas “pitaba cuando la bola iba en el aire”, dijo al final Óscar Ramírez.
Lo feo de la noche fue la agresión a Jerry Palacios al final del juego. Falló la seguridad; pasaron advirtiendo durante todo el partido que no permitirían la entrada al terreno de juego a un solo aficionado y entraron 5 mil; por suerte el asunto no pasó a más, pero pudo suceder algo peor.
En el área de camerinos, lo emotivo: por un lado un Yeltsin Tejeda que se despedía del club de sus amores, y por el otro un Cristian Oviedo que ponía fin a muchos años con el Alajuelense. Un Hanzel Arauz asediado por la prensa, y un Jonathan McDonald que se hizo invisible, para silenciar su culpa. Un Óscar Ramírez que se iba para la casa a meditar su futuro, y un Ronald González que ansiaba ir a su hogar para celebrar su presente. Un Juan Carlos Rojas que por fin encontró su Horizonte Morado, y un Raúl Pinto que cierra su ciclo como jerarca, sin la corona a la que tanto se acostumbró.
Al final de cuentas, un campeonato más, Saprissa es ahora el monarca, su bandera ondeará en su estadio y 11 más, y lo que sigue es el Mundial, y luego, empezar de nuevo.

Luis Rojas
lrojas@larepublica.net
@La_Republica







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