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Vergüenza nacional

| Martes 06 mayo, 2008


Vergüenza nacional

Carlos Jesús Mora
cmorah@larepublica.net

Las últimas semanas de abril me encontré fuera del país, por lo que es obvio que tuve que estar por varias horas en la estación aeroportuaria en Alajuela —nunca he pensado que esa infraestructura sea digna de llamarse aeropuerto—, y sin ánimos de exagerar me invadió una vergüenza que, desgraciadamente, no era de la que uno a veces satisfactoriamente llama “pena ajena”, no, esa era una vergüenza nacional que me involucraba a mí.

En cada esquina y en cada tienda de la terminal aeroportuaria eran constantes las quejas de los turistas por las instalaciones en las que debían aguardar que salieran sus vuelos.

—¡Deseo llegar a Panamá!
—¡No aguanto más estar acá!
—¡Qué calor! ¿En esta área no hay aire acondicionado? Exclamó en inglés una turista tirada en el piso.

Esas fueron solo unas de las quejas que escuché en tierra. Ya en el asiento del avión que me trasladaba a mi destino, tuve que volver a escuchar a una ciudadana colombiana que desde ese momento ya lamentaba tener que volver a hacer escala en el Juan Santamaría a su regreso.

Fue inevitable, como costarricense, al menos a ella tenía que darle una explicación de lo que sucede.

—Sí es una barbaridad —Reconocí primeramente.

—Lo que sucede es que el Gobierno anterior y en especial las dos damas que presiden actualmente el Ministerio de Obras Públicas y Transportes de Costa Rica han sido muy condescendientes con Alterra, la empresa que administra el aeropuerto y que ha costado que cumpla con lo que dice el contrato —le expliqué a la señora.

—Constantemente doña Karla y doña Viviana le dan ultimátums a Alterra para que cumpla con lo pactado en el contrato firmado hace casi diez años y la compañía no lo hace, por quién sabe qué tipo de diferencias con los bancos que la financian. Bueno, eso dicen ellos —le comenté.

—¡Pero esto ha sido de toda la vida! —me reclamó la colombiana.

—Sí, tiene usted razón; pero mire, a lo mejor el otro mes todo cambie, dicen que este ultimátum será el definitivo, ya resta menos de dos semanas, al parecer esta vez va en serio la cosa…

—Pero es inconcebible que esto suceda en un aeropuerto dado en concesión, la concesión ha sido un modelo sumamente exitoso en varios de los mejores aeropuertos del mundo, como los de Madrid y Santiago” —me interrumpió la mujer, ya con un ánimo de dejarme callado y sin la más mínima posibilidad de poder seguir dándole argumentos.


—Tiene razón usted, la verdad el país entero está a la expectativa de lo que vayan a decir ahora en el MOPT —exclamé.

—Algunos piensan que sería preferible que el Estado se ponga de acuerdo con Alterra para que la empresa termine la obra del Juan Santamaría, pues sacarla del proyecto provocaría que muchos inversionistas extranjeros vean el país como poco confiable.

Por otra parte, cualquier cambio de operador a estas alturas, sea por otra empresa privada o por el Gobierno, implica más desorden, pero al fin y al cabo, cualquier cosa sería mejor que esto —le dije.

Mis explicaciones fueron infructuosas, a la mujer —como de seguro a cualquier otro visitante extranjero— le importó poco lo que acá sucede y seguía malhumorada por su experiencia.

Ya no tenía más que decir, solo se me ocurrió decirle algo así para reconfortarla: Mire, dele gracias a Dios más bien que no le toca ir al Daniel Oduber, en Liberia.





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