Una economía de solidaridad para Costa Rica
| Martes 07 diciembre, 2010
Una economía de solidaridad para Costa Rica
La racionalidad que ha tendido a dominar en el sistema económico actual ha sido la búsqueda del máximo beneficio individual o empresarial en las transacciones que se dan en el mercado. Esta lógica tiene sus beneficios y sus costos para la sociedad. Tiene sus debilidades en especial para aquellos bienes, recursos y valores que no se transan en un mercado y por tanto no tienen precio pero al fin y al cabo, tienen un valor sustantivo para el planeta y las personas, como el aire y la satisfacción de las necesidades básicas de los seres humanos.
La Economía de Solidaridad o solidaria ha estado presente de forma paralela en la humanidad no importa el régimen político o económico vigente. Es una expresión no de la racionalidad optimizadora del agente económico, si no la expresión de principios y valores de personas que sin esperar a cambio beneficios, trabajan en comités de escuelas, cooperativas, asociaciones de desarrollo, grupos de mujeres, pequeños emprendimientos, organizaciones de protección del ambiente o bien en la producción sostenible y justa de productos.
Esa economía de solidaridad es un proceso social, con impactos económicos, sociales y ambientales significativos que ha ido tomando fuerza. No busca protagonismo, ni se basa en las viejas concepciones de la caída de un sistema para que surja otro, es la construcción en la práctica, dadas las necesidades y aspiraciones de personas comprometidas con un país más equitativo, sostenible y próspero para todos.
La economía solidaria ha ido ganando importancia en la sociedad, debido a la necesidad imperiosa que tiene la humanidad de construir un nuevo modelo, aprendiendo de los errores del pasado. Esto significa que en lugar de la pugna y conflicto, se dan la cooperación y ayuda, la libertad es un motor movilizador para que la creatividad y la iniciativa individual y colectiva surjan para bien de importantes sectores sociales. Trata de innovar, construir y desarrollar medios para que los bienes y servicios producidos por grupos sociales o la cooperación de algunos, sea lo más efectiva posible y tenga el mayor impacto positivo sobre los sectores que más lo necesitan.
La economía de solidaridad es tarea de todos y cada una de las personas tenemos la posibilidad de incidir al llevar a cabo los procesos de decisión de inversión, ayuda, producción y consumo de bienes y servicios.
En tanto seamos solidarios con las futuras generaciones y los sectores sociales de menos ingresos, mejorarán los sistemas de producción para que sean más sostenibles, hagan un mejor uso de las materias primas, establezcan reglas de distribución más equitativas, integren la gestión integral de los residuos y paguen los impuestos que corresponden, por ejemplo.
Por su parte, los consumidores tienen un gran papel que jugar, son los que deciden qué servicios y bienes consumen, por lo cual una cultura de solidaridad en estos, dará la posibilidad de que los bienes que sean producidos con más responsabilidad ambiental, mayor impacto socioeconómico positivo, cumplan con la legislación y contribuyan a la colectividad, sean los preferidos dando señales económicas para el bien de la colectividad, es decir podemos ser parte de la corrección de las señales de precios incorrectas.
Cada sector, grupo, persona o empresa debe concientizarse que cada una de sus decisiones tiene implicaciones de largo plazo y sobre diversos sectores sociales. El reto de las sociedades actuales es lograr que cada día los actores ligados a la economía de la solidaridad tengan un mayor y mejor espacio, con lo cual las tareas que lamentablemente el sistema económico no ha podido retomar sean integradas y desarrolladas.
Es fundamental además que el Estado sin interferir en la lógica creativa y espontánea de este sector, promueva condiciones para su desarrollo por medio de políticas públicas que faciliten este proceso de Economía Solidaria, que por suerte Costa Rica ha ido desarrollando y forma parte de su cultura y valores.
Roberto Jiménez Gómez
Economista
robertojg@racsa.co.cr
La racionalidad que ha tendido a dominar en el sistema económico actual ha sido la búsqueda del máximo beneficio individual o empresarial en las transacciones que se dan en el mercado. Esta lógica tiene sus beneficios y sus costos para la sociedad. Tiene sus debilidades en especial para aquellos bienes, recursos y valores que no se transan en un mercado y por tanto no tienen precio pero al fin y al cabo, tienen un valor sustantivo para el planeta y las personas, como el aire y la satisfacción de las necesidades básicas de los seres humanos.
La Economía de Solidaridad o solidaria ha estado presente de forma paralela en la humanidad no importa el régimen político o económico vigente. Es una expresión no de la racionalidad optimizadora del agente económico, si no la expresión de principios y valores de personas que sin esperar a cambio beneficios, trabajan en comités de escuelas, cooperativas, asociaciones de desarrollo, grupos de mujeres, pequeños emprendimientos, organizaciones de protección del ambiente o bien en la producción sostenible y justa de productos.
Esa economía de solidaridad es un proceso social, con impactos económicos, sociales y ambientales significativos que ha ido tomando fuerza. No busca protagonismo, ni se basa en las viejas concepciones de la caída de un sistema para que surja otro, es la construcción en la práctica, dadas las necesidades y aspiraciones de personas comprometidas con un país más equitativo, sostenible y próspero para todos.
La economía solidaria ha ido ganando importancia en la sociedad, debido a la necesidad imperiosa que tiene la humanidad de construir un nuevo modelo, aprendiendo de los errores del pasado. Esto significa que en lugar de la pugna y conflicto, se dan la cooperación y ayuda, la libertad es un motor movilizador para que la creatividad y la iniciativa individual y colectiva surjan para bien de importantes sectores sociales. Trata de innovar, construir y desarrollar medios para que los bienes y servicios producidos por grupos sociales o la cooperación de algunos, sea lo más efectiva posible y tenga el mayor impacto positivo sobre los sectores que más lo necesitan.
La economía de solidaridad es tarea de todos y cada una de las personas tenemos la posibilidad de incidir al llevar a cabo los procesos de decisión de inversión, ayuda, producción y consumo de bienes y servicios.
En tanto seamos solidarios con las futuras generaciones y los sectores sociales de menos ingresos, mejorarán los sistemas de producción para que sean más sostenibles, hagan un mejor uso de las materias primas, establezcan reglas de distribución más equitativas, integren la gestión integral de los residuos y paguen los impuestos que corresponden, por ejemplo.
Por su parte, los consumidores tienen un gran papel que jugar, son los que deciden qué servicios y bienes consumen, por lo cual una cultura de solidaridad en estos, dará la posibilidad de que los bienes que sean producidos con más responsabilidad ambiental, mayor impacto socioeconómico positivo, cumplan con la legislación y contribuyan a la colectividad, sean los preferidos dando señales económicas para el bien de la colectividad, es decir podemos ser parte de la corrección de las señales de precios incorrectas.
Cada sector, grupo, persona o empresa debe concientizarse que cada una de sus decisiones tiene implicaciones de largo plazo y sobre diversos sectores sociales. El reto de las sociedades actuales es lograr que cada día los actores ligados a la economía de la solidaridad tengan un mayor y mejor espacio, con lo cual las tareas que lamentablemente el sistema económico no ha podido retomar sean integradas y desarrolladas.
Es fundamental además que el Estado sin interferir en la lógica creativa y espontánea de este sector, promueva condiciones para su desarrollo por medio de políticas públicas que faciliten este proceso de Economía Solidaria, que por suerte Costa Rica ha ido desarrollando y forma parte de su cultura y valores.
Roberto Jiménez Gómez
Economista
robertojg@racsa.co.cr