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Una propuesta para la innovación

| Jueves 22 febrero, 2018


Una propuesta para la innovación

Innovar no es únicamente un proceso técnico y científico. Es ante todo un fenómeno social condicionado por los factores en que se desarrolla. Elementos como la historia, la educación, la cultura, la organización política e institucional y la estructura económica determinan, en última instancia, las capacidades de una sociedad para generar y aceptar innovaciones.

Dentro de este complejo entramado de relaciones, instituciones y factores en un sistema de innovación, el estímulo de la percepción que una sociedad tiene sobre sus propias capacidades para crear valor, es fundamental. Como lo señaló Andrés Oppenheimer, en su libro ¡Crear o morir!: “Sin una cultura de la innovación, de poco sirven los estímulos gubernamentales, ni la producción masiva de ingenieros, ni mucho menos los “parques tecnológicos”.

Para una sociedad como la nuestra, promover una cultura de la innovación que genere un clima colectivo a favor de la creatividad y elogie a los innovadores es el paso previo, que nos hemos dado aún con la intensidad necesaria, para ascender en la escalera del desarrollo hacia una economía basada en el conocimiento.

En este proceso el sistema educativo y las políticas públicas como mecanismos de promoción y estímulo de valores vinculados a la innovación deben jugar un importante rol. Las destrezas asociadas al pensamiento disruptivo y la creatividad, la solución de problemas y las habilidades de indagación vinculadas a la innovación pueden ser promovidas entre los estudiantes, desde la infancia hasta la adolescencia.

En el país existen valiosas iniciativas como el Programa Nacional de Ferias de Ciencia y Tecnología y la Expo Ingeniería, entre otras, donde miles de estudiantes de primaria y secundaria de todo el país desarrollan su interés por la ciencia y la tecnología.

Escalar estas iniciativas hacia un programa articulado de innovación, donde las niñas, niños y jóvenes de todas las regiones educativas no solo aprendan a solucionar problemas a través de la ciencia y la tecnología, sino que entiendan que el potencial impacto de sus creaciones en el mercado se traduciría en un semillero de futuros innovadores. Un programa de esta naturaleza podría estimular el aprendizaje de manera creativa bajo un paradigma que no penalice el fracaso y permita interiorizar la capacidad de tolerar el riesgo, promoviendo jóvenes motivados para enfrentar dificultades y trazarse objetivos ambiciosos.

Imaginemos por un momento un programa de innovación donde los estudiantes puedan recibir el acompañamiento teórico y metodológico de expertos en gestión de la innovación. Pensemos que estos estudiantes podrían, además, recibir el apoyo del Registro Público y el Ministerio de Ciencia, Tecnología y Telecomunicaciones para proteger los derechos de propiedad intelectual sobre sus propias invenciones. Eventualmente, aquellos proyectos con potencial de llegar al mercado podrían avanzar a etapas superiores, siendo apadrinados por incubadoras que les permitan madurar hasta convertirse en un emprendimiento de base tecnológica. Fondos públicos o privados podrían invertir en ellos. ¡Las posibilidades son enormes!

Con el paso del tiempo la experiencia de haber participado en un programa de innovación puede ser multiplicador, desencadenando entre los estudiantes el surgimiento de vocaciones que entienden el valor y el potencial transformador de sus propias creaciones.

Costa Rica debe avanzar con mayor contundencia hacia una sociedad del conocimiento, pero para ello debemos apostar por un capital humano portador de conocimiento tácito esencial para la innovación. Quién sabe, tal vez algún día nuestros jóvenes no sueñen únicamente con ser empleados, sino que aspiren a crear su propia startup.

José Andrés Solano Sánchez
Politólogo y Gestor de Innovación Tecnológica






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