Una propuesta para la educación
José Andrés Solano Sánchez joseandsolano@gmail.com | Jueves 24 enero, 2019
Hay algo que todos debemos entender, y cuanto más rápido, mejor aún: la educación que nos permitió progresar social y económicamente durante el pasado siglo no será, por mucho, la que nos hará avanzar con éxito en el siglo XXI. No bastan unas cuantas reformas y remiendos cosméticos al currículo educativo. El sistema educativo necesita dar un salto disruptivo en todas sus dimensiones.
La actual revolución tecnológica demanda instituciones educativas preparadas para formar a personas con competencias y destrezas relevantes, que les permitan afrontar un mundo de cambios cada vez más profundos y acelerados.
Para un país como Costa Rica, que ha centrado su ventaja competitiva en la capacidad del capital humano, formar nuevas generaciones de individuos creativos y flexibles al cambio, de pensamiento crítico, perseverantes, con pasión y sentido de propósito, debe constituirse en la principal política de desarrollo.
Este cambio profundo pasa, entre otros factores, por eliminar los programas estructurados que privilegian la memoria del estudiante en lugar de su imaginación y creatividad, sacando de la ecuación educativa la figura del profesor omnisciente, para que sea el propio estudiante el protagonista de su aprendizaje. Pasa, además, por eliminar los sistemas de calificaciones, exámenes y notas que penalizan el error y promueven la desmotivación, al tiempo que se erradican las materias para dar paso a contenidos útiles y relevantes para la vida, desde un abordaje interdisciplinario y colaborativo.
En su lugar, siguiendo a Peter Diamandis en el libro “Crónicas de la educación”, hoy deberíamos estar promoviendo habilidades dentro de un currículo educativo que integre, por ejemplo: 1. el desarrollo de habilidades comunicativas, en donde los niños y jóvenes aprendan el arte y la práctica de formular y presentar sus ideas. 2. El desarrollo de la curiosidad, a través del diseño y la ejecución de experimentos válidos y significativos. 3. La persistencia y la resiliencia. 4. La exposición a la tecnología, donde los estudiantes entren en contacto con las tecnologías exponenciales como computación, sensores, redes, inteligencia artificial, fabricación digital, ingeniería genética, realidad virtual / aumentada y robótica, de manera que comprendan el lenguaje de estas herramientas y obtengan una visión general de cómo podrían usar esa tecnología en el futuro. 5. El desarrollo de la empatía y la comprensión de los dilemas de la ética y la moral. 8. Lectura, escritura y aritmética. 9. Expresión creativa e improvisación. 10 Programación. 11. .Emprendimiento y ventas. 12. Idiomas.
Imaginemos por un momento, que en lugar de aprender sobre la guerra civil de 1948 de la forma tradicional, los estudiantes desarrollan una página web para abrir un debate sobre las implicaciones de la abolición del ejército, u organizan charlas tipo TEDX, donde graben y compartan en redes sociales sus apreciaciones sobre distintos eventos de la historia, o el lugar de aprender física y química en libros de texto, asimilen estos contenidos a través del prototipado, la robótica y la programación, reemplazando así las materias tradicionales por los proyectos temáticos.
Un cambio de este tipo dentro actual del sistema educativo, propio de la revolución industrial, autorreferencial y reticente al cambio, resulta poco probable, si no, imposible. Sin embargo, el Ministerio de Educación Pública podría crear un modelo de escuela y colegio del futuro, para el siglo XXI, en el marco de alianzas público-privadas que permitan la integración de organizaciones y empresas, con el conocimiento, las metodologías, capacidades y mentores para incorporar nuevas tecnologías y aprendizajes que hoy no son del dominio de los docentes tradicionales, formados aún para la educación del siglo XX.
Costa Rica invierte en educación más que cualquier país de OCDE (el 7,6% del PIB vs. un 5% del PIB en promedio), no obstante, estos recursos no se reflejan en el desempeño de los estudiantes ni en nuestro ascenso hacia una sociedad de la innovación. Nuestro problema no es la ausencia de recursos, sino la indolencia, la falta de pertinencia y calidad.
Sacar la educación de las aulas tradicionales para transformar el proceso de aprendizaje en un modelo de educación del futuro debe ser nuestra apuesta más importante para montar con éxito la ola de la cuarta revolución industrial.