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Un tamal para todos los ticos

Carlos Denton cdenton@cidgallup.com | Miércoles 19 diciembre, 2012


Hay un millón de habitantes que (el día de Navidad) no comerán tamal y posiblemente no tendrán nada para alimentarse aparte de una cucharada de frijoles y un pedazo de pan, si les va bien


Un tamal para todos los ticos

El próximo lunes en la gran mayoría de los hogares se reunirán las familias costarricenses para compartir unos ratos juntos; se servirán tamales, en algunos casos hechos en casa con recetas especiales y quizás únicas. Todos se maravillarán de lo rico que es ese tamal, no importa si fue comprado afuera o hecho en casa. Por un ratito se dejará de pensar en los anhelos, los problemas y las situaciones difíciles que todo hogar enfrenta.
Si bien es cierto que es un periodo festivo y de alegría, sería importante recordar que ese mismo lunes venidero hay un millón de habitantes que no comerán tamal y posiblemente no tendrán nada para alimentarse aparte de una cucharada de frijoles y un pedazo de pan, si les va bien.
En estos hogares, algunos debajo de puentes, otros en precarios y un grupo importante en áreas rurales, no habrá juguetes para los niños ni regalitos para los adultos; la Nochebuena será para estos un periodo más de esfuerzo para lograr la supervivencia.
Esta es la pobreza, no agrupada confortablemente en las estadísticas del 22 por ciento que reporta el Estado de la Nación, sino en hombres, mujeres y niños que no han disfrutado o logrado aprovechar del crecimiento económico del país.
Es posible “no pensar” en ellos como de carne y hueso, y como no viven cerca de donde estamos nosotros, logramos olvidarnos de estos la mayoría del tiempo. Pero al final de cuentas estas personas son los vecinos de todos nosotros.
He leído de ciertos grupos que han tomado la iniciativa de regalar miles de tamales en esta época del año. Estos merecen el reconocimiento de todos y sería bueno que hubiera más esfuerzos de este tipo en el futuro.
Pero si realmente quisiéramos que todos los hogares tuvieran tamales la forma más eficiente de hacerlo sería que en cada hogar se hiciera o comprara una “piña” adicional y que esta se regalara a un vecino que no tiene. Suena complicado (tampoco quisiera uno someterse a la posibilidad de ser asaltado), pero los que lo hicieran estarían en ese acto dando el regalo más importante de la temporada.
Habrá todo tipo de racionalizaciones de por qué no hacerlo. Desde pronunciamientos sofisticados —“no hay que regalar al pobre un pescado— hay que enseñarle a pescar” a los xenófobos —“es que son extranjeros y de por sí les estamos haciendo el favor al dejarlos quedarse en nuestro país”— a los más radicales —“es que son pobres porque no les gusta trabajar.”
Todo esto tiene sus ingredientes de verdad, pero en este caso estamos hablando de una gran cantidad de personas que van a pasar hambre en la Navidad.
Después, en el Año Nuevo, se podrá ver por qué el gobierno no está dando servicios de educación y de salud a tantas comunidades de necesitados, por qué está permitiendo que se les pague a estos menos del salario mínimo, pero ahora es regalarles un tamal.


Carlos Denton

cdenton@cidgallup.com

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