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Jueves, 25 de abril de 2024



EDITORIAL


Un país que ha perdido la paz

Redacción La República redaccion@larepublica.net | Martes 20 noviembre, 2007


Editorial


Es altamente preocupante lo que reflejan varias de las publicaciones de LA REPUBLICA en los últimos días. La corrupción imperante, que ha penetrado todos los estratos de la sociedad; la situación de inequidad, demostrativa de la incapacidad para propiciar una mejor distribución de la riqueza; el informe del Latinobarómetro en lo referente al país, que revela que un 77% de los costarricenses se preocupa todo el tiempo por el temor de llegar a ser víctima de un delito con violencia, hablan de un país que ha perdido la paz.

En medio de las noticias que evidencian una nación donde la corrupción, la desigualdad y la inseguridad acompañan a sus habitantes sin descanso, un día sí y otro también, destaca el hecho de que la ciudadanía vive sumamente atemorizada por la posibilidad de ser víctima de la delincuencia.

Los datos no pueden soslayarse, la tasa de homicidios se ha duplicado en los últimos 17 años y los delitos contra la propiedad aumentaron un 130%. Paralelamente crece la desigualdad. El Estado de la Nación lo establece claramente. Existe una correlación entre el coeficiente de Gini, utilizado para medir la problemática en la distribución de la riqueza y las tasas de homicidio.

Es necesario hacer un alto y analizar seriamente esta situación que está a punto de echar por tierra las ventajas que el país ha tenido y que lo colocan en posición de aspirar a una ruta hacia el desarrollo. No habrá tal clima propicio para esto si la población se desgasta cotidianamente por el miedo, el pesimismo y la suspicacia.

Se ha dicho y repetido que el principal recurso con que cuenta el país es el humano, pero no hay recurso humano capaz de desenvolverse bien en medio del temor y la inseguridad por muy talentoso y bien preparado que esté.

Costa Rica no puede correr más el riesgo al que se expone como país a causa de la delincuencia sin freno, que aumenta día a día y se presenta ya ante una desolada población como un problema que pareciera habérseles ido de las manos a quienes deben controlarlo.

La solución no puede buscarse, a estas alturas y con las evidencias a la mano sobre las causas del problema, en parches momentáneos puestos aquí y allá. Es necesario diseñar de inmediato y poner en acción sin pérdida de tiempo planes importantes e integrales que signifiquen realmente una redistribución de la riqueza que compense a los más pobres por el crecimiento de los más ricos.







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