Un mal negocio… ¿por qué?...
| Martes 15 octubre, 2013
Ponernos al día en infraestructura y otros, implica poner a funcionar bien a las instituciones y responsabilizar a los encargados. Pero esto no debe confundirse con echar culpa a los empleados públicos. La responsabilidad es de los gobiernos y los jerarcas que nombren
Un mal negocio… ¿por qué?...
El mal estado de las calles es un mal negocio, dice una nota de ayer en este medio.
En efecto. Si usted no ha sacado la cuenta de los daños que le ocasiona el que los sucesivos gobiernos no hayan solucionado el problema, sería bueno que lo haga.
Ya sabemos que ante esa queja cotidiana las administraciones lo que han dado por respuesta casi siempre es alguna excusa.
Sin embargo, eso no es válido porque cuando las fuerzas políticas aspiran al poder, ya saben qué es lo que se van a encontrar, tanto en los principales retos por atender como en los obstáculos existentes para ello.
Si alguno de los gobiernos hubiera querido arreglar y construir calles, carreteras y puentes, debió comenzar por derrumbar esos obstáculos y luego construir sin ninguna demora. Pero eso no fue lo que hicieron.
Al no hacerlo, solo perdieron tiempo y dinero de los contribuyentes a causa de denunciados actos de corrupción, obras mal hechas, enormes retrasos burocráticos y muchas más demostraciones de inoperancia y mala administración.
Todo esto le está significando ahora a usted mayor gasto en gasolina, desgaste y deterioro de su vehículo, pérdida de su tiempo en presas, mayor riesgo de verse en un accidente, más incapacidades de víctimas de choques de tránsito, aumento de la contaminación del aire, incremento del estrés diario… entre otros. En fin, mucha pérdida en general en su calidad de vida y en su economía.
Hay que agregar también, que todo esto ha venido ocurriendo a pesar de disponerse de los fondos para la construcción de esas obras, dinero por el cual, por cierto, el país está pagando intereses.
Pero el daño general para Costa Rica es aún mayor. Si solo se hubieran hecho bien las cosas para construir toda la infraestructura que se necesita (calles, carreteras, puentes, puertos, hospitales, escuelas, cárceles…), habríamos aumentado mucho el empleo, uno más de los problemas que han caracterizado a los últimos años.
Las tareas están, pues, pendientes. Los candidatos a las próximas elecciones presidenciales, de nuevo, las conocen y están a tiempo de pensar en verdaderas soluciones que entren a fondo a los problemas que han impedido avanzar en esta materia al país desde hace décadas.
Ponernos al día en estos aspectos y en otros, implica poner a funcionar eficientemente las instituciones y responsabilizar a los encargados de sus finanzas y de sus operaciones, departamento por departamento, sección por sección, persona a persona.
Pero esto no debe confundirse con echar la culpa a los empleados públicos. La responsabilidad fue, es y será de los gobiernos y los jerarcas que nombren.