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Un sueño hecho realidad

| Miércoles 05 noviembre, 2008




Un sueño hecho realidad

El demócrata se convirtió en el primer presidente afrocaribeño de la historia de Estados Unidos

Washington
EFE

Barack Obama, quien hace ocho años era un desconocido político, anoche se convirtió en el primer presidente negro de la historia de Estados Unidos, y cumplió el sueño de Martin Luther King, líder de los derechos civiles.
“Sueño con que mis cuatro hijos vivan un día en un país donde no se les juzgue por el color de su piel”, dijo hace 45 años King en un Estados Unidos muy distinto, en el cual la posibilidad de que un negro llegara a la Casa Blanca parecía imposible.
El nuevo mandatario a menudo asegura que su participación en la política arrancó como un viaje incierto al que pocos habrían augurado un final feliz.
Sin embargo, fue el primero en llegar a la meta en la carrera por la presidencia de la nación norteamericana.
La historia del demócrata es, como él bien dice, “poco convencional”.
Nació el 4 de agosto de 1961 en la ciudad de Honolulu de Hawái, es hijo de Stanley Ann Dunham, una antropóloga nacida en Kansas, y de Barack Obama Sr., un economista keniano educado en Harvard, ambos ya fallecieron.
Sus padres se separaron cuando él tenía dos años y solo vería a su padre una vez más durante una visita de este a Estados Unidos.
Su madre volvió a contraer matrimonio con Lolo Soetoro-Ng, un ciudadano de Indonesia, donde Obama pasó varios años de su infancia antes de regresar a Hawái a los diez años para vivir con sus abuelos maternos y tener acceso así a una mejor educación.
Ese ir y venir lo ha equipado, en su opinión,
con las herramientas necesarias para tender puentes y forjar alianzas.
Su media hermana, Maya Soetoro-Ng, lo explica de otra manera: “Se mueve entre varios mundos, es lo que ha hecho toda su vida”.
Bautizado por algunos como “la gran esperanza blanca”, por encarnar el sueño de reconciliación en un país con profundas divisiones raciales, Obama ganó relevancia en el panorama político estadounidense durante la convención nacional del Partido Demócrata en Boston, en 2004.
Fue allí donde pronunció el discurso programático en el que instó a cerrar las heridas raciales abiertas en el país.
“No hay un Estados Unidos blanco y un Estados Unidos negro, sino los Estados Unidos de América", dijo entonces y hasta hoy ha sido su lema.
Además de conciliatorio y unificador, el mensaje del joven senador de Illinois fue también un mensaje de esperanza, ingredientes que impregnan desde entonces su retórica.

Su esperanza, según él mismo proclama, “es la de los esclavos entonando cánticos de libertad frente a la lumbre, la de los inmigrantes que emprenden rumbo a costas lejanas” y, como no, la de Barack, “un niño delgaducho” de padre negro y madre blanca que confió en que en Estados Unidos también había un lugar para él.
Su adolescencia en Hawái estuvo marcada no solo por una destacada trayectoria escolar, sino también por años de rebeldía y escarceos con las drogas y el alcohol, etapa que el considera fue su falla moral.
Una vez que culminó su bachillerato, se mudó a Los Angeles, e inic
ió sus estudios en el instituto Occidental College durante un periodo de dos años. Para posteriormente trasladarse a la ciudad de Nueva York para cursar la carrera de ciencias políticas con una especialización en Relaciones Internacionales en la Universidad de Columbia. Se graduó con el pregrado académico Licenciatura en Artes Liberales de Columbia en 1983, y luego empezó a trabajar en la compañía Business International Corporation y en New York Public Interest Research Group.
Después de trabajar por cuatro años en Nueva York, se trasladó a Chicago, donde fue un activo organizador comunitario y director del proyecto Developing Communities
Project (DCP), una organización religiosa que originalmente contaba con ocho parroquias católicas en el Gran Roseland.
A esos años, le siguió una etapa como profesor y defensor de los derechos civiles en Chicago, su elección como senador estatal y su desembarco como senador en Washington en 2004.
Ayudado por su carisma, Obama se ha ganado una popularidad similar a la de una estrella de rock, que sus rivales políticos han utilizado contra él para presentarlo como una simple “celebridad” con mucha labia y escasa preparación para los desafíos del poder.
Sus dos libros autobiográficos “The Audacity of Hope” (La audacia de la esperanza) y “Dreams from my father” (Sueños d
e mi padre) se encuentran entre los más vendidos.
Los observadores mencionan con frecuencia que el secreto de su éxito obedece a un arma rudimentaria: el poder de la palabra.
Obama asegura no haberse percatado de su poder dialéctico hasta que participó en una marcha contra la segregación racial en la universidad y descubrió que había captado la atención de los asistentes tras empezar a hablar.
“Los congregados se quedaron callados y me miraban”, recuerda en “Dreams from my father”.
Su carrera política arrancó, curiosamente, con discursos que no conectaban bien con el público y en los que abundaban los deta
lles sobre sus programas.
No sería hasta 2004, durante su campaña al Senado, cuando introdujo los elementos de “esperanza, cambio y futuro” que tiñen la entusiasta retórica que tan buenos resultados le ha dado.
Obama está casado con Michelle Robinson Obama. Con quien procreó dos hijas: Malia Ann y Natasha (Sasha).






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