Un fantasma que se asoma

La crisis alimentaria que azota otras zonas del mundo ya no solo toca las puertas de Costa Rica, sino que está empujándolas con más fuerza para entrar antes de lo esperado.

La estimación es que la escasez de alimentos a raíz de la subida del precio internacional especialmente de granos como el maíz, trigo y soya, alcance a Costa Rica a finales de este año, o bien a principios del próximo, si no es que antes se toman medidas para contrarrestarla.

El problema radica en que muchos de estos granos son utilizados como insumos para producir otro tipo de alimentos, afectando por ejemplo la alimentación del ganado vacuno, los cerdos y las gallinas.

La llamada de atención está hecha. Esto da tiempo al gobierno de planear una estrategia adecuada para hacer frente a la eventual crisis.

No se vale que en algunos meses surjan excusas de que no sabían de la situación y que no estaban preparados, pues esta es una “guerra avisada” y con mucha antelación.

Las autoridades deben retomar pronto los planes de reforma en el sector agropecuario que con mucha ilusión fueron presentados en campaña, pero que por diversas circunstancias se quedaron en el olvido.

No es posible que las administraciones sigan pecando de duplicidades de funciones o, peor aún, que existan dos o más organismos institucionales con funciones y tareas relacionadas al agro y la producción, y se sigan presentando deficiencias y vulnerabilidades en el sector.

Estas serían medidas para reordenar las políticas en torno al sector a mediano y largo plazo, pero en un periodo corto se necesitan con urgencia decisiones firmes que eviten un colapso.

La sanidad alimentaria es un aspecto que no debe descuidarse. Una crisis agropecuaria podría significar la chispa que hace falta para detonar un problema económico mayor en un país que ya de por sí soporta una gran presión debido a factores como las constantes alzas del petróleo, al efecto de la recesión en Estados Unidos, y el deterioro de algunos indicadores económicos importantes.