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Un chasquido natural

Futuris Consulting info@futurisconsulting.com | Miércoles 22 abril, 2020


Futuris Consulting


Alexánder Goyenaga

Geólogo y consultor ambiental de Futuris Consulting alexander@futurisconsulting.com

Hace dos años pasé varias semanas encerrado viendo películas. Algunos recordarán que en abril del 2018 se estrenaba Infinity War, la película que prometía concluir una saga contada a lo largo de 18 películas, y que mostraría a la mayoría de los superhéroes unidos para enfrentar a un enemigo común: Thanos.

Thanos es uno de los villanos más interesantes que se han representado en películas de superhéroes, cuyas motivaciones van más allá de gobernar o destruir el mundo. Su planeta fue destruido por la sobrepoblación y sobreexplotación de sus recursos naturales y sobrevivir a ese apocalipsis lo volvió un extremista, que ve el genocidio como la única solución para salvar a los demás planetas.

Con un solo chasquido, Thanos desaparece a la mitad de la vida en el Universo. Es un poderoso genocida “verde”, como dirían hoy en día. En momentos en que muchos vemos películas en casa para sobrellevar una cuarentena, si viéramos de nuevo Infinity War, quizá pensaríamos que Thanos tenía razón.

Perfecto equilibrio

Al momento de elaborar este artículo, el diario El País registra 109 mil personas fallecidas a nivel mundial por la pandemia del coronavirus. El número de muertes, aunque alto, no está cerca de emular al chasquido de Thanos. Sin embargo, en muchos países, las medidas de cuarentena impuestas por los gobiernos podrían representar una disminución similar o mayor a la mitad de la población.

Durante el mes de febrero, cuando el país más afectado a nivel mundial era todavía China, la Administración Nacional de la Aeronáutica y del Espacio (NASA, por sus siglas en inglés) y la Agencia Espacial Europea (ESA, por sus siglas en inglés) publicaron imágenes satelitales que mostraron un descenso sorprendente en las emisiones de dióxido de nitrógeno. Este gas es un contaminante que se asocia a los vehículos motorizados y actividades industriales.

Según artículos de las agencias de noticias BBC y CNN, las medidas de cierre tomadas por el gobierno chino produjo a finales de febrero una reducción de un 25% en las emisiones de dióxido de carbono. Considerando que China es el país que más contamina en el mundo, esta reducción representó un descenso de un 6% en las emisiones a nivel global, lo que equivale a 200 millones de toneladas de dióxido de carbono.

Ese drástico descenso en los niveles de contaminación se asoció principalmente a la disminución en el número de vuelos locales, que se redujeron en un 70%, y a la reducción del consumo energético por el cierre de industrias, ya que en China aún se produce un 59% de la energía a partir de carbón.

En Costa Rica aún no contamos con imágenes satelitales o mediciones directas de las emisiones de contaminantes durante la cuarentena. Sin embargo, se estima que durante el mes de marzo la venta de combustibles disminuyó alrededor de un 50%.

El diario La Nación publicó recientemente un estudio realizado por el Instituto Meteorológico Nacional, que estima que a raíz de las restricciones vehiculares las emisiones de dióxido de carbono disminuyeron en un 16% durante el mes de marzo.

Esto equivale a 89.600 toneladas de dióxido de carbono. Se espera que durante el mes de abril las disminuciones sean aún mayores, considerando que las medidas de restricción vehiculares se fortalecieron durante este periodo.

Por otra parte, más allá de los números, hay evidencias que nos muestran el impacto positivo de la cuarenta en el ambiente. Un ejemplo de ello es el constante reporte de animales que ante la ausencia de personas se han acercado a centros urbanos alrededor del mundo. En la India, debido a la disminución de las emisiones en la atmósfera, los Himalayas son visibles hoy desde la ciudad de Jalandar, por primera vez desde la década de los años 40.

Un villano con motivos

Los virus están formados por material genético que requiere de células vivas para reproducirse. Esa es la razón por la que nos infectan. Nosotros nos hacemos inmunes y desarrollamos vacunas y el virus, como respuesta a nuestra resistencia, evoluciona y hace de esta lucha un ciclo interminable. Si comparamos al virus con un villano común, diríamos que nos infecta porque esa es su función. Es malo porque tiene que serlo.

Pero los virus son un poco mas complejos que un villano común. Cumplen una importante función ecológica: sirven como agentes que controlan las poblaciones de ciertas especies y mantienen así un equilibrio en determinados ecosistemas. En ese sentido son villanos muy similares a Thanos. También sirven como mediadores en el intercambio genético entre individuos de la especie que infectan, cooperando en la variabilidad de los que son más susceptibles a ser infectados. En otras palabras, hacen a la especie más resistente.

El coronavirus es aún más interesante. Un análisis reciente, elaborado por la Universidad de Harvard, mostró una estrecha relación entre la concentración de PM 2.5 y las tasas de mortalidad en más de 3.000 ciudades de los Estados Unidos. El PM 2.5 es una partícula microscópica que se utiliza como criterio para determinar si el aire está contaminado.

Considerando que el coronavirus no solo está controlando la población humana del planeta, sino que también parece estar haciéndolo con mayor severidad en aquellos lugares donde la contaminación es mayor, es casi imposible no pensar en esto como una venganza del planeta hacia nuestra especie.

Nuestra propia secuela

La crisis producida por el coronavirus ha evidenciado la gran brecha que aún existe entre nuestro estilo de vida y el ambiente: mientras más se beneficia la naturaleza de la cuarentena mayor es el impacto negativo sobre nuestra economía y nuestra sociedad.

Probablemente el respiro que ha experimentado nuestro planeta será temporal. Es muy posible que conforme se levanten los controles sanitarios veamos un efecto rebote muy fuerte, en el que las personas abarrotemos las calles y las industrias incrementen su producción con el propósito de recuperar las pérdidas, volviendo o superando rápidamente los niveles de contaminación que existían antes de la crisis.

Sin embargo, no debería ser así. Algunos de los hábitos que nos han adaptado a esta situación podrían continuar, con el fin mantener parte de los beneficios obtenidos durante el desarrollo de esta pandemia.

Como si se hubiera previsto, desde el año anterior se han publicado una ley para regular el teletrabajo y unas guías técnicas y de salud ocupacional, que han sido de gran ayuda para sobrellevar la crisis económica en tiempos de aislamiento. Parece obvio y necesario que las empresas conserven esta política al terminar la crisis.

Por otro lado, las herramientas y aplicaciones que nos han permitido realizar reuniones y conferencias a distancia han mostrado ser muy útiles. Hemos aprendido que las reuniones no siempre deben ser presenciales y que en algunas ocasiones no es necesario el desplazamiento de personas a los centros de trabajo.

En la secuela de Infinity War, con un par de sacrificios heroicos y la intervención divina de una rata, los héroes lograron revertir el chasquido y regresar a la vida a todos los desaparecidos. En nuestro caso, la genética ya escribió el guión de nuestra propia secuela: los sacrificados no volverán y el virus nos hará evolucionar como especie, hasta que la llegada de su próxima y mejorada versión nos obligue a repetir el proceso.

Nos corresponde mantener los buenos hábitos que hemos adquirido por la fuerza y sacar el máximo provecho posible de esta experiencia. Evolucionemos, pero no solo como especie. Hagámoslo también como sociedad. Adaptemos, aunque sea un poco, nuestro estilo de vida al ecosistema. Así responderemos al claro reclamo que nos ha hecho la naturaleza, con su chasquido.







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