Trotando Mundos
Humberto Pacheco humberto.pacheco@pachecocoto.com | Martes 25 diciembre, 2007
Se están cumpliendo hoy cien columnas desde que comenzamos a escribir bajo la denominación Trotando Mundos. Una nos fue rechazada por los abogados del periódico porque había riesgo de injuriar a un dictador y lo aceptamos. Habíamos considerado dar este ciclo por terminado aquí, pero algunos amigos nos dijeron que les entretienen las cuartillas, que las mantengamos por un tiempo más, y sucumbimos a esa modesta adulación al menos por un ratito más. Esperamos que nuestros lectores coincidan con nuestros amigos y podamos mantener su interés ese tiempo extra.
Más de cien semanas han pasado y el país sigue sin resolver innumerables necesidades de infraestructura porque el Congreso no ha entendido que la Ley de Concesión Pública no sirve, que se necesita una que enfoque el tema como el negocio que es. Nadie en su sano juicio asume esas obras para perder dinero. Entre lo más apremiante, el Aeropuerto Juan Santamaría no se ha podido terminar en un lapso mucho mayor que el que tomó a España construir una Terminal 4 espectacular, un proyecto que hace al nuestro parecer un jueguito de Lego.
Nadie se ha parado a pensar que sí los bancos, que no tienen nada que ver con Alterra, no quieren financiar el proyecto sí no se corrigen los errores financieros, es porque el negocio talvez no sea tan bueno como algunos creen. Parece que los acreedores no tienen fe de que, como está planteado, les vayan a poder pagar. La lamentable es que hace poco finalmente se habían puesto de acuerdo todos, incluso la Contraloría, pero metió cabeza la Aresep, que no puede ni fijar tarifas de buses, insistiendo en que su interpretación de las tarifas y no la de la Contraloría debía de regir, trayéndose abajo lo acordado.
La carreterita a Caldera, un pequeño trillo de dos carriles, lleva 25 años cocinándose. Los puentes de dos carriles que con un optimismo injustificado y poca visión se construyeron hace una década, se han deteriorado. El proyecto ha pasado por varios concesionarios que salen en carrera apenas se adentran en el laberinto de nuestras reglas. Los retrasos administrativos, al igual que en el Muelle de Caldera, se cuentan en años y no en semanas, causando alzas masivas en los costos, pero el Estado que retrasa pretende que el concesionario asuma el costo- un trato leonino.
Finalmente parece que hemos comprendido eso y ya nos anuncian- por enésima vez- que el Gobierno reconoció dichos costos y la construcción se iniciará a principios del año entrante. Vaya Ud. a saberlo.
El Puerto de Limón, secuestrado por una organización que tiene a la ciudad en la más absoluta pobreza, no progresa. Mientras nuestros vecinos del sur en sólo medio año y sin tenerse tanta lástima, pusieron en marcha una ampliación del Canal de Panamá que les costará 5 mil millones de dólares- mucho más que todas nuestros proyectitos de infraestructura puestos juntos- aquí no pasa nada.
El recarpeteo de vías públicas, una muestra de incapacidad nacional ó gruesa corrupción, no mejora en calidad. No entendemos porque los inspectores del Conavi y los municipales no detectan (ó talvez sí pero algo hace que no actúen) las grandes diferencias entre unos trabajos bien realizados y otros en los que se nota que a duras penas untan asfalto a las piedras con que rellenan los huecos, las que apenas llueve se lavan comenzando de nuevo el ciclo doloso.
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