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COLUMNISTAS


Trotando mundos

Humberto Pacheco humberto.pacheco@pachecocoto.com | Martes 04 septiembre, 2007


Cuando éramos niños nuestras abuelas solían hablarnos de lo digno que era el costarricense y resaltaban que una de las muestras de esa dignidad era que, cuando alguien que ostentaba un cargo no era querido por su gremio ó por el público, sin instancia ofrecía su renuncia. No hacerlo era indigno y eso no le sentaba bien a los costarricenses.

Hoy día, aunque a algunos les va bien lo de indigno, el ser malqueridos en extremo les resbala, sí hemos de juzgar por el bochornoso caso del Comité Olímpico Nacional. El señor Presidente de la República le haría un bien al país sí manda esa importante carta al Comité Olímpico Internacional, relatando el abrumador repudio de ciudadanos y organizaciones al olímpico cacique.

No nos interesa decir “lo dijimos”, aunque lo hicimos muchas veces durante cuatro años de lucha por evitar que una malhadada reforma fiscal, pesada en la inútil pero destructiva renta universal, dañara una labor nacional de treinta años incentivando la inversión extranjera. En esa lucha enfatizamos que lo primordial era cobrar bien los impuestos, no cargar más a los contribuyentes de siempre. Desde las asociaciones gremiales en que entonces participábamos era fácil detectar la enorme cantidad de pequeños, medianos y aún grandes contribuyentes (a éstos les costaba más por su visibilidad) que permanecían en la zona gris de la informalidad.

Los resultados que está obteniendo una administración tributaria bien manejada, no por oportunistas sino por especialistas serios, ha logrado los resultados que se perseguían con la desafortunada reforma sin perjudicar la inversión.

El cantón de Liberia, capital guanacasteca, se debe considerar afortunado. El empresario Mario Sotela Blen le ha adoptado y de pronto dos bellos y valiosos proyectos de beneficio para la comunidad van viento en popa. Sin estridencias don Mario ha ido tejiendo sus proyectos Africa Mía y Liberia Mía. Tenemos particular aprecio por el empresario, a quien además nos acerca la amistad que tuvimos con su padre y la de nuestros hijos entre sí, por lo que su éxito, que será el éxito de la región, nos llena de satisfacción.

A Fidel Castro no le bastó con inmiscuirse en la soberanía de nuestro país para ayudar a los de la negativa a todo, de paso poniendo en duda la honestidad de los costarricenses para manejar una elección, cómo sí en su sangrienta dictadura hubiese permitido jamás ni un amago de votación popular. Ahora la emprende contra los Estados Unidos, en la persona de los candidatos demócratas, porque cree que sí éstos ganan talvez le suspendan las sanciones a Cuba y se le acabe la excusa para seguir usurpando el poder. Digan lo que digan los del no, sus compañeros de viaje no riman con la idiosincrasia costarricense.

A propósito de TLC, soberbia lección le dio el Doctor Ferraro Dobles a unos colegas politiqueros que, sin parar mientes en la importancia y necesidad de los órganos humanos que festinaron, se sumaron a la reprochable campaña de desinformación que los enemigos del tratado comercial con Estados Unidos han desatado. No importa cuan prohibido esté, el comercio de órganos —para bien ó para mal— se puede dar con tratado y sin él. Yo me quedó con un legítimo y controlable comercio que permita aliviarle a alguna persona una grave dolencia cuando una incierta donación no llegue.

Hubiera preferido no mencionar esto, pero la falta de ética de los del no me impulsa a contarles que, cuando gracias a Dios sentí la necesidad de donarle a una niña que me refirió el Hospital de Niños una prótesis sofisticada que había que traer de Estados Unidos, fue una salvación que el órgano que urgía y para el que no había donantes pudiera ser adquirido. De lo contrario nos hubiéramos convertido en estatuas esperando que alguien lo donara.

Esos señores deberían conducirse con la seriedad que sus investiduras demandan, en vez de proteger sus genéricos intereses con falacias.

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