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EDITORIAL


Tras de cuernos palos

Redacción La República redaccion@larepublica.net | Lunes 26 enero, 2009


Editorial


El tema de la nueva Ley de Tránsito, que tanta falta hace en el país, ha puesto el dedo en una llaga que mucha gente tiene abierta en este momento con sobrada razón.

Además de sufrir la inseguridad en todas partes, la crisis económica y las presas, entre otros, la población debe soportar una aparente incapacidad en la Asamblea Legislativa para redactar, revisar y aprobar leyes.

Es comprensible que la gente se indigne. Por un lado, se ha sentido burlada por la cantidad de errores aparentemente cometidos al redactar la mencionada ley y por otro la situación parece que ha puesto de relieve para la ciudadanía algo que se nota desde hace mucho y mantiene una interrogante cada vez que la Sala IV debe revisar y rechazar proyectos de ley. ¿Habrá un excelente abogado penalista entre los asesores y legisladores, capaz de revisar bien una ley sancionatoria?

Aparentemente, si se realiza un estudio sobre la cantidad de leyes mal elaboradas, de forma o de fondo en el Primer Poder de la República, la cifra puede enervar también a la población que se preguntará cómo es que no hay legisladores y asesores capaces de elaborar bien una ley. Después de todo tienen el derecho de enojarse si la tarea se hace mal puesto que es la que paga los salarios.

Pero resulta que además de eso, si la ley no sirve y hay que revisarla de nuevo y el tiempo pasa, y la Sala IV debe intervenir… las causas que originaron su nuevo articulado seguirán sucediendo en las calles de nuestro país.

Parece que es hora de que se dé una explicación acerca de la capacidad actual de nuestro Congreso de cumplir con su misión de elaborar leyes correctamente. De lo contrario, nada hace el país con el resto de instituciones estatales ya que estas deben actuar únicamente en el marco de esas leyes.

Este es un tema que ya no puede soslayarse y que requiere urgente solución porque de él se derivan muchos otros males que el país enfrenta y, como bien afirma el dicho, no es posible armar paredes y techo sobre cimientos falsos.







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