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Terremoto en Palmares

| Martes 26 enero, 2010



En Palmares, centenares de jóvenes, muertos en vida, yacen tirados, dormidos, vomitados fuera y dentro de los autobuses que los transportan a vivir la fiesta

Terremoto en Palmares

Gaetano Pandolfo
gpandolfo@larepublica.net

Haití sufrió un terremoto natural.
Palmares “disfruta” de un terremoto moral.
El trágico suceso ocurrido en la pobre isla caribeña, nos mostró miles de seres humanos muertos; cadáveres mutilados y desparramados en edificios, calles y aceras.
En Palmares, centenares de jóvenes, muertos en vida, yacen tirados, dormidos, vomitados fuera y dentro de los autobuses que los transportan a vivir la fiesta.
Las escenas que nos llegan de Haití son dantescas; las de Palmares igual.
Cada país pone sus propios muertos.
En Haití hay muerte física; en Palmares, moral.
Jovencitas ebrias hacen fila en los orinales, la “cola” es muy larga; los riñones no esperan, entonces buscan algún vehículo escondido y estacionado para, tapadas por el auto desinflamar la vejiga. Mientras lo hacen, miran dentro de los vehículos o en sus alrededores, a decenas de parejitas manteniendo relaciones sexuales al aire libre.
Parqueo convertido en motel.
Una breve caminata por la zona de fiesta, nos retrata a jóvenes borrachos por todas partes; desmayados, desfigurados —como los haitianos—; fumando marihuana; trasegando cocaína, inhalando crack, a vista y paciencia de todo el mundo. Los preservativos se lanzan como tirar confeti.
¡Pobrecito Palmares a lo que llegó!
Sodoma y Gomorra titulan en la prensa.
Un tope que da vergüenza, no por los caballos, sino por una inmensa mayoría de sus jinetes, que no trotan para que sus bestias se luzcan, sino que tragan y tragan guaro hasta “acaballarse”, pésimo ejemplo para nuestros niños, que penetra los hogares por la televisión.
La cerveza, con su droga adictiva dentro, se vende por miles, llegan camiones y camiones a descargarla en los puestos de venta y nunca alcanza. Se agota y se agota, con la misma rapidez que se agota y muere la vida de nuestros jóvenes, atrapados en un alcoholismo desenfrenado, cáncer de nuestra sociedad al que nadie le interesa poner atención.
Palmares… la fiesta para hacer amigos.
Es impresionante recorrerlo.
Quien camine por ahí sin tragos, después de la fiesta, hallará escenas idénticas a las de Haití; hemos edificado un escenario para nuestros propios muertos.
Muertos de alma y espíritu; drogados y mutilados por el consumo desenfrenado de una droga legal.
Mirar a los inspectores de tránsito ejercer los controles en carretera, de regreso a casa, resulta patético. Ellos colaboran para que no haya muertos en la vía; lo que no entienden sus superiores, es que ya esa gente viene muerta.
Favorecidos por la naturaleza que nos trata con mucho amor; los costarricenses nos damos el lujo de construir nuestro propio terremoto y… ponemos los muertos.





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