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COLUMNISTAS


Sonidos urbanos

Claudia Barrionuevo claudia@chirripo.or.cr | Lunes 03 septiembre, 2007


San José dejó de ser hace mucho la aldea que alguna vez fue. Esto nos ha traído tantas ventajas como desventajas.

Entre los malestares urbanos que hoy sufrimos, el peor sin lugar a dudas es el tráfico infernal de nuestras calles. En una ciudad que creció sin planeamiento —unido a las lluvias torrenciales y los huecos abismales que hay que sortear, cuando se puede—. Manejar no es un placer sino un castigo sobre todo para los padres que nos vemos obligados a atravesar la Gran Area Metropolitana de norte a sur o de este a oeste durante las horas pico.

El estrés de la vida cotidiana está aderezado con una contaminación sonora que resulta insoportable. En el barrio relativamente tranquilo en el que vivo escucho las 24 horas del día el sonido constante de dos calles sumamente transitadas a un kilómetro al sur y al norte de mi casa. Uno se acostumbra a todo y el ruido, al ser permanente, desaparece hasta que un pito, la sirena de una ambulancia, el escape libre de una moto o el estruendo de un choque nos vuelve a conectar con el sonido.

Mi barrio tiene su propia sinfonía que se une a la que nos regala la ciudad que lo circunda. Están los muchachos de enfrente haciendo música de garaje, la vecina de al lado que se empeña en cortar el césped con una maquina estruendosa los sábados a las siete de la mañana, la alarma de una oficina que se dispara ante el menor movimiento telúrico, la multitud de perros graves y agudos que ofrecen conciertos permanentes, los niños que juegan fútbol a gritos y algún pleito familiar que invade las casas aledañas. Confieso mi aporte a los sonidos del barrio con mis tres gatos que saltan por los techos y mi karaoke que reconozco sin vergüenza.

Ruido. Demasiado ruido. ¿Puede el ruido convertirse en música? Sí. La semana pasada se presentó en el Teatro Melico Salazar Choque Urbano y todos los que tuvimos la suerte de asistir salimos entusiasmados y admirados. Se trata de un espectáculo que transforma los ruidos urbanos en una sinfonía. Los instrumentos son básicamente elementos cotidianos: bolsas plásticas, estañones, ollas y sartenes, tubos de PVC, bidones plásticos, pelotas de básquet y el propio cuerpo de los integrantes.

Sin embargo no solo se trata de escuchar la música producida por el elenco: la danza y la actuación invaden el escenario dejando a los espectadores boquiabiertos. Los 12 jóvenes desbordan talento, energía y una capacidad de coordinación impresionante. Son además, extremadamente expresivos y con unas características físicas y gestuales que atrapan la atención de cualquiera de manera inmediata.

El resto de los elementos que conforman el espectáculo, como las luces, el vestuario y la escenografía son creativos, adecuados y complementarios. O sea: perfectos.

Al final del espectáculo los integrantes de Choque Urbano lograron levantar a todo el público asistente para que los acompañara zapateando y dando palmas.

A la salida lo único que lamenté fue el altísimo precio de las entradas que no permitió que el gran público asistiera. Me hubiera gustado poder llevar a mis hijas.

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