Sociedad de la información
| Sábado 08 diciembre, 2007
Sociedad de la información
Wilmer Murillo
Así como los obreros fabriles ingleses del siglo XVIII reconocieron el carácter cambiante del mundo que los rodeaba, durante la Revolución Industrial, nosotros reconocemos que nuestro mundo está cambiando.
Las innovaciones de las tecnologías de telecomunicaciones están provocando el equivalente de una nueva revolución industrial, basado en la información y no en la potencia mecánica.
Las telecomunicaciones son una tecnología moderna, un fenómeno reciente cuyo impacto en todo el mundo apenas se empieza a sentir.
El auge de los recursos de telecomunicaciones en todo el mundo ha sido impulsado por el satélite geoestacionario y por la fe que se tiene cifrada en la ventaja de una nueva revolución industrial, basada en la información y no en el poder, la fe en que esta información dará al mundo en desarrollo una nueva oportunidad de avanzar más allá de la Revolución Industrial y nos permitirá crear una sociedad mundial más equitativa.
La celeridad con que los computadores y los dispositivos electrónicos han invadido el recinto laboral y el hogar produce la impresión de que, en realidad estamos en medio de una revolución, la revolución de las comunicaciones, o más específicamente, la revolución de la información. No obstante, las innovaciones se producen lentamente y rara vez surgen las revoluciones. Todos los inventos han tenido que esperar años, o incluso siglos, antes de ser incorporados a la vida diaria.
La “revolución” actual de las comunicaciones no se debe al florecimiento de una nueva ciencia, sino a una explosión de las aplicaciones de conocimientos que poseemos desde hace mucho tiempo.
Samuel Morse puso en práctica teorías y experimentos del científico británico Michael Faraday y creo el telégrafo, el cual engendró a su vez una cadena de inventos, desde el teléfono hasta las computadoras.
Parafraseando a Sir Isaac Newton, las telecomunicaciones modernas se erigen sobre los hombros de los experimentadores de los siglos XVII y XVIII que encontraron la forma de atrapar la electricidad de las nubes y encerraron su misteriosa fuerza en unos frascos.
La gran variedad de nuevas tecnologías, como las redes de fibra óptica y los satélites nos está introduciendo velozmente en una era de comunicación prácticamente instantánea de la información alrededor del mundo.
Los inventos revolucionarios son aquellos que desencadenan un torrente de innovaciones, que provocan cambios significativos en la sociedad. Seguramente, se considerará que son revolucionarias las innovaciones que producen desequilibrios, que refuerzan los ya existentes o que originan nuevos desequilibrios en la sociedad, o bien las que generan asimetrías peligrosas entre las naciones. Cuando las innovaciones provocan una realineación de los sectores económicos, modifican el carácter de las actividades humanas, alteran el curso del desarrollo cultural y exige la modificación de las instituciones o la creación de otras nuevas, podemos argumentar que una revolución está en marcha y que cuando, ella termine habremos entrado en una nueva época. Todos, esos acontecimientos espectaculares, y otros más, han sido atribuidos a las tecnologías de las comunicaciones y la computadora así como las telecomunicaciones modernas.
A estas tecnologías se les ha dado el crédito de dar a luz una nueva era: la sociedad de la información.
Wilmer Murillo
Así como los obreros fabriles ingleses del siglo XVIII reconocieron el carácter cambiante del mundo que los rodeaba, durante la Revolución Industrial, nosotros reconocemos que nuestro mundo está cambiando.
Las innovaciones de las tecnologías de telecomunicaciones están provocando el equivalente de una nueva revolución industrial, basado en la información y no en la potencia mecánica.
Las telecomunicaciones son una tecnología moderna, un fenómeno reciente cuyo impacto en todo el mundo apenas se empieza a sentir.
El auge de los recursos de telecomunicaciones en todo el mundo ha sido impulsado por el satélite geoestacionario y por la fe que se tiene cifrada en la ventaja de una nueva revolución industrial, basada en la información y no en el poder, la fe en que esta información dará al mundo en desarrollo una nueva oportunidad de avanzar más allá de la Revolución Industrial y nos permitirá crear una sociedad mundial más equitativa.
La celeridad con que los computadores y los dispositivos electrónicos han invadido el recinto laboral y el hogar produce la impresión de que, en realidad estamos en medio de una revolución, la revolución de las comunicaciones, o más específicamente, la revolución de la información. No obstante, las innovaciones se producen lentamente y rara vez surgen las revoluciones. Todos los inventos han tenido que esperar años, o incluso siglos, antes de ser incorporados a la vida diaria.
La “revolución” actual de las comunicaciones no se debe al florecimiento de una nueva ciencia, sino a una explosión de las aplicaciones de conocimientos que poseemos desde hace mucho tiempo.
Samuel Morse puso en práctica teorías y experimentos del científico británico Michael Faraday y creo el telégrafo, el cual engendró a su vez una cadena de inventos, desde el teléfono hasta las computadoras.
Parafraseando a Sir Isaac Newton, las telecomunicaciones modernas se erigen sobre los hombros de los experimentadores de los siglos XVII y XVIII que encontraron la forma de atrapar la electricidad de las nubes y encerraron su misteriosa fuerza en unos frascos.
La gran variedad de nuevas tecnologías, como las redes de fibra óptica y los satélites nos está introduciendo velozmente en una era de comunicación prácticamente instantánea de la información alrededor del mundo.
Los inventos revolucionarios son aquellos que desencadenan un torrente de innovaciones, que provocan cambios significativos en la sociedad. Seguramente, se considerará que son revolucionarias las innovaciones que producen desequilibrios, que refuerzan los ya existentes o que originan nuevos desequilibrios en la sociedad, o bien las que generan asimetrías peligrosas entre las naciones. Cuando las innovaciones provocan una realineación de los sectores económicos, modifican el carácter de las actividades humanas, alteran el curso del desarrollo cultural y exige la modificación de las instituciones o la creación de otras nuevas, podemos argumentar que una revolución está en marcha y que cuando, ella termine habremos entrado en una nueva época. Todos, esos acontecimientos espectaculares, y otros más, han sido atribuidos a las tecnologías de las comunicaciones y la computadora así como las telecomunicaciones modernas.
A estas tecnologías se les ha dado el crédito de dar a luz una nueva era: la sociedad de la información.