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Sin riesgos te arriesgas

| Martes 20 enero, 2009




Sin riesgos te arriesgas


¿Qué distingue a los ganadores, a los que superan los obstáculos y a los que jamás se dejan avasallar por entornos difíciles? ¿Qué tienen las personas y equipos que siempre van de frente y triunfan, incluso, contra los pronósticos adversos? ¡Corren riesgos! Pero lo hacen con inteligencia y cautela; se atreven a lanzarse al vacío pero han preparado bien su paracaídas.
Las amenazas son situaciones que tienen alguna posibilidad de ocurrir, son latentes, a veces ni siquiera sabemos a ciencia cierta cómo podrían llegar o si lo harán. Están allí, en algún lugar, y son inherentes a todo lo que hacemos. El riesgo, en cambio, lo entendemos como las consecuencias y pérdidas de la ocurrencia o materialización de las amenazas. No existe, por lo tanto, tal cosa como riesgo cero. Cuando la amenaza se presenta el riesgo se activa.
Ahora bien, el potencial de las pérdidas, o sea, el riesgo, depende de un tercer factor que entra en juego: nuestra vulnerabilidad a las consecuencias de las amenazas hechas realidad. Por ejemplo, un equipo deportivo, que se prepara con solidez en todos los aspectos, corre menos riesgo frente a las amenazas de un rival cuya fuerza es menor a las capacidades de respuesta de este equipo.
El factor vital es estar menos susceptibles a ser afectados por situaciones de riesgo, lo que no debe confundirse con evitarlo, sino prepararnos con solvencia. La sensación de excesiva e inmanejable vulnerabilidad hace que las personas y equipos sean reactivos, conservadores, con poca ambición, y temerosos ante los riesgos y los retos.
Esta trilogía entre amenaza, riesgo y vulnerabilidad es centro de atención de quienes en verdad ven las amenazas como oportunidades. Una modificación en uno de los tres elementos repercute en los otros dos. Estas personas, como dice Stuart Avery Gold, saben que es mayor el arrepentimiento por las cosas no hechas, que por aquellas sí intentadas aunque se fracase. Por eso, trabajan fuerte en conocerse a sí mismas, en convertir sus talentos en verdaderas capacidades y en descubrir el sano equilibro entre cautela y apertura al cambio.
El autoconocimiento de un equipo, acompañado por la disciplina para pulir habilidades innatas, por la humildad para reconocer debilidades y falencias, y por la confianza en sus virtudes, explica su espíritu ganador frente a los desafíos, su audacia en situaciones límite, su tenacidad y su renuncia a perder mientras tenga aliento para luchar.
Los riesgos nos rodean para poner a prueba nuestra fibra más profunda y de qué estamos hechos. De ellos podemos extraer oportunidades que convertiremos en realidades al tener presente esta advertencia de Gold: “Quien evita el riesgo corre el mayor de todos.”

German Retana
German.retana@incae.edu






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