Sí al comercio libre con China
El TLC con China debe aprobarse, siempre y cuando exista adecuada protección del mercado nacional
Redacción La República redaccion@larepublica.net | Lunes 22 junio, 2009
Entendemos y respetamos la actitud de muchas empresas costarricenses al oponerse a un Tratado de Libre Comercio con la República Popular China; no obstante, consideramos que la apertura comercial es positiva para los países involucrados, siempre y cuando el acuerdo sea justo para ambas partes.
En este contexto, cualquier TLC con China tiene que asegurar un acceso sumamente ágil para los bienes costarricenses con posibilidades reales de aprovechar ese enorme mercado, como café, azúcar y productos agrícolas tropicales procesados.
En lo que al ingreso de productos chinos se refiere, no nos parece aceptable agilizar la importación de ninguno destinado al consumo humano, dados los graves problemas de salud que se han presentado en el país asiático, causados por pobres controles de calidad; además, la introducción de comestibles podría afectar la seguridad alimentaria de nuestro país.
Por el contrario, estamos a favor de la libre importación de otras manufacturas chinas, lo relevante en este caso es que los consumidores costarricenses cuenten con el derecho de ahorrar dinero al comprar esos productos, si fueran altamente competitivos.
Este tipo de evolución, además, es precisamente el propósito de los tratados de libre comercio, que impulsan la producción nacional desde sectores de menor competitividad hacia otros, en los cuales el país cuenta con mayores ventajas.
Es posible que en este caso las importaciones chinas desplacen a algunos productos de elaboración nacional; sin embargo, no hay ninguna razón empírica por la cual las empresas locales de esos sectores deban contar con un subsidio (el proteccionismo), del cual no gozan los demás sectores productivos de la economía nacional.
A la vez, es vital que cualquier apertura en esas áreas sea paulatina, de modo que las compañías nacionales afectadas cuenten con el tiempo necesario para adaptarse; en el caso del Cafta, por ejemplo, varios sectores de la economía costarricense gozan de un lapso de diez años o más, antes de que se abran completamente a la competencia externa.
No hay duda de que en algunos casos la competencia tiene sus efectos duros; sin embargo, un tratado bien diseñado y negociado favorece al público costarricense, conduce a un mayor grado de eficiencia productiva y, por tanto, merecería nuestro apoyo.