Segundo año de los Arias
Arnoldo Mora mora_arnoldo@hotmail.com | Martes 05 febrero, 2008
(Primera parte)
Arnoldo Mora
Mucho se habla hoy en día —y con razón— aunque con frecuencia con un marcado acento apocalíptico, del galopante e incontenible recalentamiento del clima en el planeta; provocado, valga la pena insistir en ello, por causas no naturales, ni debido a la cólera divina en castigo de los pecados de los humanos, como en el bíblico pasaje de Sodoma y Gomorra, sino por causas estrictamente humanas, debido a la destrucción que las sociedades industriales están causando con razón de su consumismo tradicional de los recursos no renovables que la Naturaleza tenía reservados por siglos en el subsuelo… Pero no voy a insistir sobre este flagelo que amenaza a la supervivencia de la especie que se autocalifica sin merecerlo de “sapiens” (?) y que hace que, un día sí y otro también, no pocos científicos y políticos denuncien con profética vehemencia a quienes irresponsablemente hacen oídos sordos ante este clamor que ya se ha vuelto universal, como se hizo patente en la reciente cumbre celebrada en la paradisiaca isla indonesia de Bali.
Por hoy y en los próximos artículos, me ocuparé del clima político, ciertamente, pero no del planeta sino más modestamente, imperante en nuestra pequeña y cercana Tiquicia y que se vive en los inicios del nuevo año. Si es costumbre en los negocios y en las familias e, incluso, en la vida personal de muchos de nosotros, hacer un balance de lo más significativo del año que termina con el fin de sopesar las perspectivas que se avizoran en el año que comienza, sería irresponsable no hacer lo mismo si de la vida política de la nación se trata.
Pero más que hablar de actos individuales y concretos, considero que lo más importante en estas primeras semanas del presente año, es tomar conciencia del nuevo clima político que hemos comenzado a vivir. No solo ha terminado un año y comenzado otro por el hecho de que hemos arrancado un calendario y puesto uno que dice 2008; lo más importante es percibir que el contexto político ha cambiado, mientras los ticos comían tamales navideños y luego empinaban el codo en Zapote y Palmares. Porque no solo hemos comenzado un nuevo año cronológico, sino, y esto es lo más importante, hemos comenzado un nuevo ciclo en la vida política nacional. No es la primera vez que estén sucediendo hechos relevantes —lo cual también es cierto— sino que el contexto dentro del cual suceden esos hechos, les da un nuevo significado que sería miope no ver.
Lo anterior se debe —insisto— a los ciclos que rigen la vida política del país. Estos ciclos tienen que ver fundamentalmente con cada uno de los cuatro años que, según la Constitución, constituyen el plazo de tiempo de que dispone un gobierno para ejercer el poder que le fuera conferido en las últimas elecciones. Ninguno de estos cuatro años es políticamente idéntico. Es algo así como las cuatro estaciones que marcan el clima en los países situados no cerca del Ecuador. Las estaciones se repiten, aunque siempre son muy diferentes la una de la otra.
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