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Jueves, 25 de abril de 2024



EDITORIAL


Seamos precavidos

Los desastres naturales no están bajo control de una única persona, pero algunas acciones sí caen en el ámbito de la responsabilidad individual

Redacción La República redaccion@larepublica.net | Miércoles 16 marzo, 2011


Editorial


El agua, fuente de vida, pueda provocar, sin embargo, muchas muertes en poco tiempo, como ocurre en un tsunami.

El deshielo del Artico afecta directamente dos continentes y tres océanos, además de que esa región guarda inmensos depósitos de gases tóxicos, como el metano, que son determinantes en el calentamiento global. Así, es probable que las variaciones en el clima aumenten su intensidad en muchas partes del mundo.

Las lluvias que cayeron sobre Costa Rica en 2010 arrasaron cosechas, infraestructura, vidas y casas. La reparación de los daños puede demorar décadas.

La economía del país, además, fue golpeada en el sector salud, pues los damnificados quedan expuestos a enfermedades como el dengue y otras transmitidas por el agua.

En nuestro país, las lluvias cesan cada año por cerca de cuatro meses, lo que nos da oportunidad de prepararnos para la próxima temporada de huracanes.

Los gobiernos locales deberían aprovechar este periodo para analizar cuáles acciones podrían adelantar, a fin de controlar inundaciones y detectar las zonas más susceptibles.

Además, podrían reformular sus planes de atención ante emergencias, como alertas tempranas, planificación ambiental y la articulación entre las fuerzas del municipio.

El Ejecutivo y los diputados deberían tomar conciencia de la preponderancia que cobra una buena infraestructura para disminuir el impacto que puede tener una catástrofe de cualquier tipo.

El Gobierno sabe que la población más pobre es la más expuesta a daños por vientos, lluvias y demás calamidades. Por eso, el verano es momento de construir obras de protección contra inundaciones como diques, o invertir en alta tecnología para predecir dónde sucederá un desastre. Urge atender las deficiencias en el alcantarillado y crear conciencia entre la población sobre los peligros de crecidas.

Las consecuencias de los desastres naturales no están bajo control de una única persona, pero algunas sí caen en el ámbito de la responsabilidad individual.

Los ciudadanos podemos tomar medidas, como proteger los ecosistemas. Como mínimo podemos comenzar un proceso de reeducación que nos lleve a seleccionar y separar los desechos sólidos, ahorrar agua y electricidad y no abusar del uso de los combustibles.

Omitir las acciones individuales sin duda retrasará las soluciones mayores que pueda generar la colectividad.










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