Se busca con urgencia: una solución global e integral
| Viernes 10 octubre, 2008
Se busca con urgencia: una solución global e integral
Hace algunas semanas publiqué una llamada para lograr una solución integral en materia de política financiera que alcanzara los problemas centrales de este sector (la falta de liquidez en los mercados, las dudas acerca del valor de activos problemáticos y una clara escasez de capital) y llegara a los mercados de capitales de todo el mundo (no únicamente a algunos centros financieros). Aunque han sido tomadas muchas medidas desde entonces, estas no han sido ni integrales ni globales. De hecho, los enfoques han sido tan variados e inconsistentes, especialmente en lo relacionado a las garantías de depósitos, que están intensificando los problemas en otros países. No debe por tanto sorprender a nadie que no hayan servido para recuperar la confianza en los mercados.
¿Cuál es el problema de fondo? En pocas palabras, que las instituciones financieras tienen un alto volumen de activos de valor dudoso y decreciente y que implican grandes pérdidas para ellas. También hay más pérdidas potenciales derivadas de haber asegurado activos a través de los llamados credit default swaps y otros tipos de derivados negociados en mercados no tan transparentes.
Pero incluso si un banco sabe que su propio balance está intacto, no puede asegurar que su contraparte lo esté también (o que no esté expuesta a los problemas que pueda a su vez tener un tercero). En este entorno febril de desconfianza y escasez de capital, los instrumentos estándar de política macroeconómica son demasiado generales y una estrategia que se sustente fundamentalmente en la aportación de liquidez por parte de los bancos centrales, es, aunque esencial, insuficiente.
¿Qué más debemos hacer? Yo destacaría cinco líneas de acción.
Primero, como algunos gobiernos han señalado, la fragilidad de la confianza pública ha alcanzado un punto en el que algún tipo de garantía pública sobre las responsabilidades del sistema financiero es inevitable. Esto no se aplica únicamente a los depósitos en la banca minorista, sino probablemente también a los depósitos interbancarios y de los mercados de dinero, de manera que la actividad pueda reiniciarse en estos mercados claves. Por supuesto, un paso así solo debería ser temporal, e incluir salvaguardas de protección frente a los riesgos que vienen con estas garantías, como más supervisión y límites en los intereses ofrecidos para depósitos.
Segundo, el Estado necesita sacar los activos tóxicos y forzar el reconocimiento de pérdidas. La compra de activos debe ser hecha de forma transparente a un valor justo de mercado. Las razones no son de índole moral, aunque estas también son imperativas, sino pragmáticas. Si los precios se inflan, entonces los bancos tendrán inevitablemente que compensar las pérdidas que impactan en el contribuyente —en el caso de Estados Unidos, tendrían que emitir acciones al Gobierno, por tanto diluyendo a otros accionistas. Pero las pérdidas deferidas al futuro impiden que fluya capital nuevo a los bancos. Si es necesario atraer éste capital, es mejor pagar un precio más bajo ahora, reconocer pérdidas y dar a los bancos una compensación si las pérdidas resultan al final ser menores a lo estimado.
En tercer lugar, el capital privado no abunda en el entorno actual y el reconocimiento de pérdidas puede no ser suficiente para inducir una inyección de capital fresco. Una estrategia que ha funcionado en crisis pasadas es igualar las suscripciones de capital privado con capital estatal, lo que obliga a una prueba de mercado para el uso de fondos públicos.
Cuarto, es urgente un alto nivel de cooperación internacional. Desafortunadamente, las medidas recientes han sido tomadas con foco en los intereses nacionales y no se ha hecho lo suficiente para prevenir las consecuencias de políticas proteccionistas que, aunque sin pretenderlo, solo agravan el problema para otros.
Si un mercado ofrece cobertura a todo riesgo con credibilidad (por ejemplo, Irlanda), los inversores pueden huir de mercados que no lo hacen (por ejemplo, el Reino Unido). Si los esquemas de compra de activos son muy diferentes, las instituciones irán donde esté el comprador más generoso. Las instituciones financieras hoy en día cubren muchos mercados y para que los planes de rescate sean creíbles deben ser consistentes en diferentes jurisdicciones.
De mayor trascendencia, y mirando más allá de la crisis a corto plazo, es que la comunidad internacional necesita trabajar para cerrar los huecos que existen en la arquitectura regulatoria global y que han permitido a las instituciones financieras minimizar capital incluso cuando concentraban riesgos.
Por último, parece ahora claro que las economías emergentes tienen altas probabilidades de ser impactadas fuertemente por este desorden financiero, a pesar de haber reforzado sus fundamentos y políticas económicas. Para el caso de que una parada súbita en la llegada de capital pueda suponer un alto en su progreso o, peor aún, una crisis en sus sistemas financieros, deberíamos tener lista alguna forma de financiamiento rápido.
No deben quedar dudas de que el Fondo está preparado para desplegar sus procedimientos de emergencia y cuenta con la flexibilidad para aprobar rápidamente programas con préstamos elevados, basados en condiciones racionalizadas de acuerdo con las prioridades para respuestas a situaciones de crisis.
A pesar de lo sombría que parece la situación ahora, estoy convencido de que hay una salida. La clave es conseguir que quienes definen las políticas remen en la misma dirección.
Dominique Strauss-Kahn
Director General del Fondo Monetario Internacional
Hace algunas semanas publiqué una llamada para lograr una solución integral en materia de política financiera que alcanzara los problemas centrales de este sector (la falta de liquidez en los mercados, las dudas acerca del valor de activos problemáticos y una clara escasez de capital) y llegara a los mercados de capitales de todo el mundo (no únicamente a algunos centros financieros). Aunque han sido tomadas muchas medidas desde entonces, estas no han sido ni integrales ni globales. De hecho, los enfoques han sido tan variados e inconsistentes, especialmente en lo relacionado a las garantías de depósitos, que están intensificando los problemas en otros países. No debe por tanto sorprender a nadie que no hayan servido para recuperar la confianza en los mercados.
¿Cuál es el problema de fondo? En pocas palabras, que las instituciones financieras tienen un alto volumen de activos de valor dudoso y decreciente y que implican grandes pérdidas para ellas. También hay más pérdidas potenciales derivadas de haber asegurado activos a través de los llamados credit default swaps y otros tipos de derivados negociados en mercados no tan transparentes.
Pero incluso si un banco sabe que su propio balance está intacto, no puede asegurar que su contraparte lo esté también (o que no esté expuesta a los problemas que pueda a su vez tener un tercero). En este entorno febril de desconfianza y escasez de capital, los instrumentos estándar de política macroeconómica son demasiado generales y una estrategia que se sustente fundamentalmente en la aportación de liquidez por parte de los bancos centrales, es, aunque esencial, insuficiente.
¿Qué más debemos hacer? Yo destacaría cinco líneas de acción.
Primero, como algunos gobiernos han señalado, la fragilidad de la confianza pública ha alcanzado un punto en el que algún tipo de garantía pública sobre las responsabilidades del sistema financiero es inevitable. Esto no se aplica únicamente a los depósitos en la banca minorista, sino probablemente también a los depósitos interbancarios y de los mercados de dinero, de manera que la actividad pueda reiniciarse en estos mercados claves. Por supuesto, un paso así solo debería ser temporal, e incluir salvaguardas de protección frente a los riesgos que vienen con estas garantías, como más supervisión y límites en los intereses ofrecidos para depósitos.
Segundo, el Estado necesita sacar los activos tóxicos y forzar el reconocimiento de pérdidas. La compra de activos debe ser hecha de forma transparente a un valor justo de mercado. Las razones no son de índole moral, aunque estas también son imperativas, sino pragmáticas. Si los precios se inflan, entonces los bancos tendrán inevitablemente que compensar las pérdidas que impactan en el contribuyente —en el caso de Estados Unidos, tendrían que emitir acciones al Gobierno, por tanto diluyendo a otros accionistas. Pero las pérdidas deferidas al futuro impiden que fluya capital nuevo a los bancos. Si es necesario atraer éste capital, es mejor pagar un precio más bajo ahora, reconocer pérdidas y dar a los bancos una compensación si las pérdidas resultan al final ser menores a lo estimado.
En tercer lugar, el capital privado no abunda en el entorno actual y el reconocimiento de pérdidas puede no ser suficiente para inducir una inyección de capital fresco. Una estrategia que ha funcionado en crisis pasadas es igualar las suscripciones de capital privado con capital estatal, lo que obliga a una prueba de mercado para el uso de fondos públicos.
Cuarto, es urgente un alto nivel de cooperación internacional. Desafortunadamente, las medidas recientes han sido tomadas con foco en los intereses nacionales y no se ha hecho lo suficiente para prevenir las consecuencias de políticas proteccionistas que, aunque sin pretenderlo, solo agravan el problema para otros.
Si un mercado ofrece cobertura a todo riesgo con credibilidad (por ejemplo, Irlanda), los inversores pueden huir de mercados que no lo hacen (por ejemplo, el Reino Unido). Si los esquemas de compra de activos son muy diferentes, las instituciones irán donde esté el comprador más generoso. Las instituciones financieras hoy en día cubren muchos mercados y para que los planes de rescate sean creíbles deben ser consistentes en diferentes jurisdicciones.
De mayor trascendencia, y mirando más allá de la crisis a corto plazo, es que la comunidad internacional necesita trabajar para cerrar los huecos que existen en la arquitectura regulatoria global y que han permitido a las instituciones financieras minimizar capital incluso cuando concentraban riesgos.
Por último, parece ahora claro que las economías emergentes tienen altas probabilidades de ser impactadas fuertemente por este desorden financiero, a pesar de haber reforzado sus fundamentos y políticas económicas. Para el caso de que una parada súbita en la llegada de capital pueda suponer un alto en su progreso o, peor aún, una crisis en sus sistemas financieros, deberíamos tener lista alguna forma de financiamiento rápido.
No deben quedar dudas de que el Fondo está preparado para desplegar sus procedimientos de emergencia y cuenta con la flexibilidad para aprobar rápidamente programas con préstamos elevados, basados en condiciones racionalizadas de acuerdo con las prioridades para respuestas a situaciones de crisis.
A pesar de lo sombría que parece la situación ahora, estoy convencido de que hay una salida. La clave es conseguir que quienes definen las políticas remen en la misma dirección.
Dominique Strauss-Kahn
Director General del Fondo Monetario Internacional