Sargento Candelaria, la chilena que pasó de ser empleada doméstica a informante clave en la guerra contra la Confederación Perú-Boliviana
Fernanda Paúl - BBC News Mundo | Domingo 05 diciembre, 2021
De todas las opciones de vida que tenía una niña chilena de origen humilde como Candelaria Pérez, ser informante y soldado de guerra era probablemente una de las más difíciles de imaginar.
Pero, contra todos los pronósticos, esta mujer terminó luchando por su país nada más ni nada menos que en la Batalla de Yungay, que marcó el fin de la guerra contra la Confederación Perú-Boliviana (1836-1839).
Su fascinante historia es una mezcla de valentía y buenas coincidencias, que hacen que hasta el día de hoy Chile la recuerde como una de sus grandes heroínas.
En Perú y Bolivia, sin embargo, no se le conoce mayormente. De acuerdo con el historiador peruano Cristóbal Aljovin, no hay memoria de ella en su país. Lo mismo le dijo a BBC Mundo Marilú Soux, historiadora boliviana.
A continuación, te contamos cómo una mujer sin educación ni contactos pudo ganar espacio en un mundo dominado por militares hombres y de élite chilenos, y terminar luchando por su país con fusil en mano y a la par de su compañeros.
Empleada doméstica
Candelaria Pérez nació en 1810 en la capital chilena, Santiago, en el barrio La Chimba, poblado principalmente por indígenas dedicados a la servidumbre de la ciudad y artesanos.
Creció en el seno de una familia pobre y no tuvo acceso a la educación. No sabía leer ni escribir.
Así, desde muy joven se vio obligada a trabajar. A pesar de que se sabe poco de su juventud, según narra Luis Ignacio Silva en "La Sargento Candelaria Pérez" (1904) —uno de los pocos trabajos que existen sobre ella—, "siendo muy niña se trasladó de Santiago a la ciudad de Valparaíso en calidad de sirviente de una casa acomodada".
Pero en 1833, su suerte empezó a cambiar cuando una familia holandesa decidió llevársela como empleada doméstica a su casa en la costa central de Perú, Callao.
Allí logró independizarse económicamente. Con sus pocos ahorros, montó un pequeño local de comida llamado "La fonda de la chilena", donde recibía a su clientela con un buen vino y música tradicional.
Informante
Fue entonces cuando comenzaron las hostilidades de la guerra contra la Confederación Perú-Boliviana, un ambicioso proyecto que unió las nacientes repúblicas de Perú y Bolivia (aunque por muy poco tiempo).
El general paceño Andrés de Santa Cruz era uno de los principales defensores e impulsores de esta unión peruano-boliviana.
El conflicto bélico comenzó en 1836 y enfrentó a la Confederación con las fuerzas de la Coalición Restauradora (o Ejército Unido Restaurador), conformada por militares peruanos opuestos al proyecto de Santa Cruz (y que habían sido desterrados a Chile), y el apoyo de los ejércitos de Chile y Argentina.
Estando en Callao y en una zona que se transformó en el centro de los enfrentamientos, Candelaria Pérez aprovechó la oportunidad y se ofreció a traspasar información a la Coalición Restauradora. Así fue como se convirtió en una informante clave de la Armada chilena en Perú.
Según cuenta Luis Ignacio Silva en "La Sargento Candelaria Pérez", la mujer se "embarcaba día a día, disfrazada de marinero, y se dirigía a los barcos chilenos llevando a nuestros marinos noticias interesantes sobre las maniobras operadas en tierra".
La historiadora y académica de la Universidad de Chile, María Elisa Fernández, explica que, para ser informante, eran claves los contactos que ella tenía en Perú.
"Ella tenía muchos amigos peruanos entonces sabía muchas cosas. Además, la vida que tuvo en el Callao le permitió conocer la zona, que era totalmente desconocida para los soldados chilenos. Entonces podía contarles cómo era el territorio y cuantas tropas habían", explica a BBC Mundo.
No obstante, al poco tiempo Candelaria Pérez fue descubierta. Su negocio fue saqueado por el ejército peruano y ella fue enviada a la cárcel, donde supuestamente iba a ser fusilada.
De prisionera a soldado
Luego de que la coalición apoyada por los chilenos ganara la Batalla de Portada de Guías, que se libró en las afueras de Lima, Candelaria Pérez fue liberada.
Pero con la rabia y el rencor acumulado durante su período como prisionera, la mujer decidió cobrar venganza y así fue como decidió unirse oficialmente al ejército chileno.
No fue fácil, pues no era costumbre que las mujeres participaran en la guerra. Pero, de acuerdo con la investigación de Luis Ignacio Silva, quien era jefe de la expedición restauradora chilena, el general Manuel Bulnes, le cogió "aprecio y simpatía".
Así, en 1838, finalmente fue admitida en uno de los batallones del ejército, llamado Carampangue.
Allí —le ordenaron— sería cantinera y enfermera, de modo que se encargaría de la atención, alimentación y salud de los combatientes.
Pero, fiel a su aguerrida personalidad, Pérez quería algo más; quería ser parte de esos combatientes.
Así es como, gracias a su conocimiento del territorio peruano, comenzó a participar activamente del conflicto armado. Su aporte fue valioso pues podía guiar al resto de los soldados e integrar los grupos de avanzada.
Además, sirvió de mensajera entre el general Bulnes y el comandante Roberto Simpson, de la Armada de Chile.
Batalla de Yungay
De acuerdo con Memoria Chilena —un centro de investigaciones basada en las colecciones de la Biblioteca Nacional de Chile—, "en el campo de batalla Candelaria Pérez fue una mujer aguerrida y temeraria, demostró grandes habilidades militares, y combatió en las primeras filas".
Se distinguió particularmente en la Batalla de Yungay, realizada el 20 de enero de 1839, que puso fin a la guerra contra la Confederación, luego de que los restauradores vencieran.
En aquella ocasión, Candelaria participó de la toma del cerro Pan de Azúcar, escalando con fusil en mano y arengando a sus compañeros, quienes al ver a una mujer tan entusiasta en la batalla se armaron de mayor valentía para atacar.
"El ejército entero, que fue testigo de la bravura personal de Candelaria en el célebre episodio de Pan de Azúcar, la aclamó con entusiasmo, cariño y veneración", se lee en el trabajo de Luis Ignacio Silva.
En reconocimiento a sus servicios, el general Bulnes la dotó del grado de Sargento y, más tarde, el gobierno chileno la ascendió al grado de Subteniente.
"En noviembre de 1839 el Ejército chileno fue recibido en Santiago por una multitud que ovacionaba su triunfo. La Sargento Candelaria Pérez recogió fuertes aplausos por su excepcionalidad", documenta la organización Memoria Chilena.
Miserias y abandono
Sin embargo, esta popularidad no le duró toda su vida.
Durante las décadas posteriores a la guerra, Candelaria Pérez vivió una vida solitaria y de penuarias en lo económico.
"Percibía una pensión en razón de su contribución a la patria, pero era exigua y apenas le alcanzaba para pagar el alquiler de una pieza. El Convento de la Merced la proveía de comida", dice Memoria Chilena.
Además de la pobreza, sufría severos dolores y una parálisis. Según la investigación de Luis Ignacio Silva, "los últimos veinte años de su vida fueron un vía crucis permanente de miserias y abandono".
Finalmente, murió el 28 de marzo de 1870 y solo cinco personas asistieron a su entierro.
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