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Salvar vidas y salvar calidad de vida: una estrategia de reapertura

Andrzej Baranski-Madrigal a.baranski@nyu.edu | Lunes 20 abril, 2020

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La respuesta al coronavirus debe ser integral con una visión que englobe la salud más allá del paciente del COVID. Reactivar la economía, garantizar calidad de vida y salvar vidas van de mano en mano, y no son propuestas necesariamente antagónicas como algunos lo quieren hacer ver. A inicios de abril, hice un llamado al gobierno a imponer una cuarentena obligatoria con urgencia, mucho antes que la Unión Medica Nacional también lo pidiera. Hoy desde las casas, con los negocios cerrados, la educación a distancia o suspendida, todo costarricense quiere saber qué sigue. Abajo propongo algunos componentes que podrían ser parte del retorno a la vida cotidiana.

Lo primero que debe hacerse son pruebas masivas, priorizando personas que han estado en contacto con pacientes del COVID19 con el fin de detectar a tiempo y reducir probabilidad de contagio. Esto es relevante para la pandemia actual dada la posibilidad de que el virus se transmita por personas que no han experimentado ningún síntoma, tal y como ha sido reportado en la literatura médica. Contener casos positivos, minimizando el impacto sobre el curso de la vida de los casos negativos, debe ser parte fundamental de una estrategia en los próximos días. Esta ha sido la forma en la que países como Corea del Sur (con una densidad de población seis veces mayor a la de Costa Rica y la edad mediana 10 años más) han manejado su crisis. Inclusive, el gobierno localiza personas que estuvieron cerca de los contagiados por medio de tecnología GPS y les informan por mensaje a sus teléfonos móviles para que se hagan exámenes. Todo esto parte de una alianza público privada para enfrentar su crisis de salud de forma inteligente.

El retorno a la cotidianeidad debe ser gradual y empezar en algunos sectores esenciales, entre ellos, producción y distribución de alimentos. Debe evitarse a toda costa el colapso en alguna parte de la cadena productiva alimenticia pues esto afectaría directamente la capacidad de nutrirse de los costarricenses (por ende, su salud) y dificultaría el retorno a la normalidad. Deben disminuirse temporalmente aranceles a la importación de algunos productos alimenticios.

Toda reapertura debe ir acompañada de medidas que minimicen los riesgos de contagio. Por ejemplo, para reabrir los comercios debe regularse temporalmente la cantidad de personas que pueden estar dentro de un local, así como la toma de temperatura a la entrada de los supermercados. El uso de máscaras N95 debe ser obligatorio para todos quienes operen negocios y provean servicios. Debe regularse el número de pasajeros por bus, colocar dispensadores de alcohol en gel dentro de las unidades. El uso de máscaras también debe ser obligatorio para todos quienes utilicen transporte público.

Es imperativo comenzar una intensa labor de sanitización continua de los espacios públicos y comerciales (resguardando la salud de los operarios): esto debe ser una acción conjunta entre gobierno central, municipalidades y los comercios. Deben emitirse normativas claras sobre procedimientos, ejercerse vigilancia aleatoria con reportes públicos sobre las condiciones de los locales inspeccionados, así como el cierre de operaciones cuando haya faltas al protocolo. Exonerar de cualquier impuesto los desinfectantes, el alcohol, el jabón de manos, y todo artículo de limpieza es una medida urgente, y preferiblemente subsidiar temporalmente dichos productos con el fin de garantizar el acceso a la gran mayoría de hogares.

La cuarentena es una medida que han tomado casi todos los países del mundo con diferentes grados, no tiene nada de original en Costa Rica. China encerró una región de 60 millones de habitantes el 23 de enero y hoy se estima que un tercio de la población mundial tiene su movilidad restringida. Al cumplirse tres semanas de cuarentena, el gobierno ha tenido tiempo suficiente para elaborar un plan que permita salvar vidas y salvar calidad de vida simultáneamente. Este plan para ser exitoso debe nutrirse de una sana interdependencia entre el sector privado y el público, no de una rivalidad ideológica. Restringir el enfoque de la crisis de salud únicamente a la atención de pacientes del COVID19 es un grave error y refleja falta de perspectiva. Las presiones económicas producen violencia, abandono de personas vulnerables, suicidios, así como reducciones significativas en la calidad de vida (presente y futura) por bajas en la nutrición, desarrollo cognitivo, y los conocidos problemas asociados al estrés durante el embarazo. Todos estos son problemas de salud muy serios que no deben desestimarse. Por ello, la cuarentena debe ser un puente hacia políticas más inteligentes que garanticen mejor salud para todos en el corto y largo plazo.

Andrzej Baranski

Assistant Professor

NYU Abu Dhabi







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