Salir del pantano
Arturo Jofré arturojofre@gmail.com | Viernes 31 julio, 2009
Salir del pantano
La política de inventar cosas que ya existen es uno de los factores que nos tienen empantanados. Se han botado millones de dólares… sin resolver los problemas. Si se busca construir carreteras modernas, tenemos excelentes ejemplos de éxito en el plano internacional. Si aspiramos a tener aeropuertos de primera categoría, sistemas de gestión óptimos, en fin, si buscamos modernizarnos sin despilfarrar dinero, no podemos seguir este juego de aprender errando. Antes se decía que no había dinero, ahora se ha descubierto que ese no es el problema central.
Otros Estados han desarrollado sistemas que han permitido altos niveles de excelencia en la gestión. Las corporaciones privadas le llaman a esto “benchmarking”, que consiste en buscar las mejores prácticas, estrategias, procedimientos, que usan las más exitosas compañías en el mundo para adaptarlos a su propia realidad. Ningún país en desarrollo se puede dar el lujo de “inventar” como gestionar y dirigir sistemas complejos. Panamá ha hecho avances significativos en obras de infraestructura siguiendo este enfoque. Esa realidad no ha podido ser captada o asimilada correctamente en buena parte de nuestra gestión pública.
Algunos opinan que la maraña legal nos tiene aprisionados. Es al revés, hemos generado una red legal torpe porque hemos partido de una concepción incorrecta de la gestión pública. Veamos un solo caso. Aquí todo se controla, pero el control que se hace es ineficaz. Nuestro concepto de control es errado: requiere una red legal increíble, un ejército de controladores preventivos y los órganos controladores terminan “coadministrando” instituciones.
En Estados Unidos, por ejemplo, la ley es tan drástica (en su letra y en su ejecución), que pocos se atreven a violarla. Por el contrario, una legislación frondosa, débil, confusa, contradictoria y mal ejecutada, lo único que logra es paralizar la gestión estatal.
Otro factor que nos tiene empantanado es la política de “parches”, posponiendo los proyectos que significan saltos relevantes hacia el desarrollo. Esta política, en el mejor de los casos, nos permite marcar el paso, pero no avanzar. Necesitamos un Estado estratégicamente fuerte, con jerarcas y expertos que sean ejemplo de capacidad, probidad y conocimiento en las materias a su cargo. Si queremos un buen ejemplo de la debilidad del Estado veamos el historial del Ministerio de Obras Públicas, cuya incapacidad ha sido evidente. Hay que reconocer que la actual administración tuvo una herencia horrible: carreteras plagadas de huecos, la siempre abandonada carretera a Caldera, el aún enigmático y fatal contrato del aeropuerto…
La crisis ha venido a reforzar lo que ya era evidente: que el rol del Estado en la globalización es cada vez más estratégico. Sabemos que esta tarea no es fácil, lo que obliga ha redoblar esfuerzos, a llegar a ciertos acuerdos entre las fuerzas políticas y mostrar una mayor voluntad para gestionar con eficacia los recursos públicos.
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