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¡Rumbo a la final!

Redacción La República redaccion@larepublica.net | Sábado 17 diciembre, 2011




¡Rumbo a la final!

“Las finales no se juegan, se arrebatan”. Esta frase tan conocida en el ámbito futbolístico resume el ambiente que se vive en cada equipo que se aproxima a esa “contienda”. Sin embargo, no se trata de una batalla física sino mental contra uno mismo para gestionar la propia inteligencia emocional.
Normalmente hay un discurso hacia afuera y otro hacia lo interno. Ninguno de los equipos dice “somos favoritos” pero los dos están determinados a ganar; los méritos del rival se valoran pero sin sentimientos de inferioridad. Nada se gana hasta ganarlo y las finales son juegos aparte. Nadie se supone superior.
Hacia afuera se habla de unión, de confianza, y de estar motivados. Hacia adentro se trabaja en gestionar el exceso de ansiedad, en limar asperezas y en ser disciplinados tácticamente bajo la presión del entorno. Conforme se acerca el momento, el jugador vive intensamente el juego. Aquí es cuando cuerpo técnico y capitanes desempeñan un papel clave en el aspecto “motivacional”. Cada jugador vive la final en un modo diferente, se debe estar atento a las reacciones individuales y no creer que todos son iguales.
Hay jugadores que prefieren no escuchar nada y otros que necesitan conversar con profundidad sobre sus emociones. Unos rezan, otros cantan, y no faltan los que hagan las dos cosas y otras más. Estar rumbo a una final es una experiencia apasionante para quienes disfrutamos los retos. “Ganar no es importante, es todo”, decimos en el camerino.
No hay que confundir motivación con mentalización; la primera está dada por las características del duelo final, la segunda incluye claridad en el comportamiento que se mostrará ante las circunstancias. Como afirma Redmoon, “el coraje no es la ausencia del miedo, sino aceptar que hay otra cosa más importante que el miedo”. La voz interna, nacida en la pasión, visión y disciplina es un factor que hace diferencia.
El manejo de los detalles se vuelve crucial. Cuando los mismos han sido bien trabajados no hay garantía de éxito, pero sí de tranquilidad. Quienes mejor lo hagan sacarán provecho de situaciones mentales y del manejo de presión. En las horas finales los discursos ceden el espacio al silencio, a la máxima concentración, visualización, focalización y mentalización.
El jugador ganador desea dormir la noche anterior con el uniforme puesto, pues sabe que está listo para saltar a la cancha con la determinación de arrebatar la victoria e inscribir su nombre en la historia. ¡Qué rico es ganar!






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